Yo pensaba que mis sueños eran los juegos y las risas de los niños del otro lado del planeta, que la historia del hombre cabía en una bolsa de pan y  que las estrellas guardaban secretos en sus brillantes labios. 
Imaginé que el hombre era bueno por naturaleza y que el temor al mañana era cosa pasajera y leve. Era en pocas palabras, un loco empedernido.
El tiempo pasa y te aplasta con pesadas losas de cenizas, es una carga pesada que acaba por encorvarte y te obliga a arrastra los pies, que dejarán una huella efímera que borrara el tiempo, ese clavo gigantesco y sujetador de nada que convierte todo en una broma incomprensible. 
Todo esto puede suceder cuando vemos  al tiempo como si este fuera algo vivo que existe  sobre nosotros, ajeno a nosotros y a nuestra efímera existencia; un peso insoportable que termina por enterrarnos sin consultar a nadie. 
La historia cambia cuando vemos al tiempo como un viaje que hemos emprendido. Un viaje que nos lleva “sobre” el tiempo en el espacio como simples turistas que viajan en el tiempo y el espacio; cosa que es cierta por que viajamos sobre un planeta que sí “viaja en el espacio…Vívelo así, imagínatelo así, como si cada día fuese un día pleno de sucesos inesperados y novedosos. Cada día una experiencia nueva. 
Esto no evitará que sigas soñando con que la envidia y los rencores se fundan en el calor de los millones de soles que brillan sin cesar en mis viajes nocturnos.