El encuentro de candidatos organizado por el Consejo Coordinador Empresarial no repercute electoralmente, pero trasciende en el círculo rojo.

Ayer vimos a un Tony Gali echado para adelante, un tanto acelerado, pero con un claro discurso de continuidad y lealtad al proyecto morenovallista.

También observamos a una Blanca Alcalá con soltura y oficio en las lides de la oratoria, aunque reservando su postura crítica hacia el gobierno estatal.

Ana Teresa Aranda también apareció con cautela, como esperando un mejor momento para atacar.

Roxana Luna se notó nerviosa y desarticulada, dejando ver sus limitantes en materia de expresión y en el sentido de su mensaje electoral.

De Abraham Quiroz poco puedo decir, porque aproveché sus minutos para ir por palomitas.

De eso se trataba el encuentro en el CCE.

Era cuestión de medir armas y entrenar el debate oficial que organizará el INE cerca del día de la jornada electoral.

Por supuesto que ayer no veríamos a ninguno a fondo, primero por el formato acartonado y segundo porque el propio CCE pidió moderar los ataques a los candidatos y particularmente al gobernador.

Y aunque ya estando ahí, cualquiera hubiera podido olvidarse de las peticiones y recomendaciones, la realidad es que todos prefirieron guardarse el parque para el debate oficial.

Para fines prácticos, lo de ayer fue un round de sombras donde se vio el tamaño de cada uno y donde Blanca, Anatere y Tony dejaron claro que están en otra liga en materia de discurso y capacidad histriónica.

Y de ahí, los paleros de cada candidato salieron a celebrar el triunfo, más para generar un clima político favorable, que pensando en que realmente ganó su contratante.

Lamentablemente, ejercicios como el de ayer son desperdiciados por los candidatos y sacrificados por las presiones de los propios miembros del gobierno, impidiendo que se conviertan en los verdaderos escenarios de debate, sin necesidad de depender de todos los candados que impone el INE.

El que esperaba sangre ayer, temo decirle que deberá esperar para mejor ocasión.

Pero de que habrá sangre, la habrá.

Pueden jurarlo.