Para Pedro Ángel

Palou, “El Viejo”.

Las tragedias griegas nos ilustran del como eliminar enemigos en forma discreta.

Trans culturizados los romanos por el dominio intelectual heleno, su panteón divino rebosaba de ejemplos que adquieren rangos de clasicismo aniquilador de enemigos.

Suetonio en “Los Doce Césares”, nos recreará visiones supra palaciegas, ajenas a las mortales comunes y corrientes del ayer, del hoy.

La Historia de la Civilización Occidental, sea de galos, de galos germanos, de celtas, pre-britanos, britanos, anglos, vikingos, de la nacionalidad que sea, nos lleva por senderos donde la extinción del opositor enemigo o sujeto que estorba fines superiores, o por venganza debe ser envenenado.

Los pueblos pre-colombinos han hecho uso de plantas segadoras de vidas o mínimo: embrutecedoras como el toloache o la campanela negra.

Ya más acá Napoleón I, El Grande, será envenenado con arsénico: dicen los toxicólogos contemporáneos, aunque sabido era en los altos círculos ingleses tal medida, por el pavor que infundía su existencia en todos los reyes europeos.

Maximino Ávila Camacho, por “quitarse esas pulgas”, mata con goce ostentoso en San Nicolás Tolentino, Izúcar, a un niño de 16 años que no atendió con diligencia llevarle una montura.

Fama es, descrita circunstancialmente por el autor de “Azúcar Amarga, Zafra de Odios”, el “Morrocollo Espinoza”, que su madre guisandera de fama en toda la Mixteca Poblana, se vengó del asesino agregando a los guisos servidos en un festín organizado por la CROM en Atlixco, un acelerador cardiaco vegetal.

Y no ha poco, los correos centro europeos especulaban sobre la muerte con veneno eficaz, de uno de los Papas más peligrosos para liquidar los privilegios de una casta de sacerdotes judío occidentales-cristianos-católicos y romanos, viviendo como los Médicis en su esplendor o aún mejor: como los Borgia, a costas del gobierno vaticano.

Así que cuando Juan A. Mateos, “instructor y deleitador histórico” por generaciones de republicanos, masones, liberales, de diversas nacionalidades escribe sobre ¿cómo? fue envenenado Zaragoza, seguramente tomó de las especulaciones populares tal idea.

El texano Zaragoza provenía de los estratos medios de aquel país, haciéndose militar llega a los sitiales de rangos superiores, batalla tras batalla, en forma idéntica a como se ganaban los galones en ambos bandos aquellos heroicos días.

Adorado por tropas, pueblos, oficialidad media; respetado por sus pares, era odiado razonablemente por los enemigos de la Reforma Juarista.

La tal razón emergía de lo más profundo del alma de los privilegiados por décadas, sucesores de sucesores a los cuales las circunstancias históricas, los había premiado con el reparto de pueblos con habitantes y naturaleza circundante, gozando de canonjías de nobleza, aunque su nacencia era la de criadores de cerdos como lo fue Hernán Cortés.

Pues bien: “El general Zaragoza no dice dos veces la misma cosa”.

“El general Zaragoza es implacable”.

 “El general Zaragoza es el aire que esfuma a la borrasca”.

 “Zaragoza nunca pierde”.

 “Mi general Zaragoza lo sabe todo”.

 “Yo vi llorar a mi general Zaragoza cuando murieron aquellos muchachos, después de matar a 8 zuavos”.

 “Zaragoza ídolo.  Zaragoza icono.  Zaragoza leyenda”, fue envenenado:

 “Los ayudantes de campo contrataron a un cocinero italiano de nombre Jovani, el cual hacía unos macarrones muy sabrosos, que obsequiaba con otros platillos exquisitos al general.

Jovani decía que era desertor del ejército español, aunque algunos oficiales recelaban de su persona.

El día que sirvió a la mesa pichones, guajolotes, trozos de res, papas rellenas de queso, huevos, salmón y sardinas, junto a frijoles a la veracruzana, en una copa de ajenjo vertió el veneno que el general tomó con agrado.

Después de ello huyo sin pena ni gloria.  Seguramente fue asesinado por sus cómplices.

Cuatro días después del envenenamiento, Zaragoza se rindió a la dolencia que le aquejaba: fatiga permanente, fiebre intensa con delirio producto de ella.  Los médicos declararon que era tifus.

NUESTRA CASA

Dice Víctor Manuel de la Vega, doctor emérito en mantenimiento y reparación de viejos con presión arterial alta que: Tomar el jugo diariamente de 3 limones criollos (amarillos) sirve de mucho.  Yo, obedezco.  Allá usted.