Las recientes victorias del PAN en las elecciones locales de 2016 se explican no solo por su pragmatismo político —que es alcanzar el poder por el poder, el fin justifica los medios—, sino por la exclusión de los llamados panistas doctrinarios.
Esa corriente más ortodoxa que se apega a los principios doctrinarios del PAN desde su fundación en 1939 con Manuel Gómez Morín: La solidaridad, la subsidiariedad, la dignidad de la persona humana y el bien común “que lo que se proponía el PAN era solo constituirse en una opción cultural para la sociedad y no alcanzar el poder político por la vía electoral”, por eso en décadas de condición de partido de oposición: después de cada derrota electoral, el PAN se adjudicaba y atribuía un verdadero triunfo cultural.
Que no fue sino hasta 50 años después de su fundación, en pleno sexenio salinista se inauguraban las concertasesiones y el PAN contradiciendo sus principios doctrinarios obtenía la primera gubernatura con Ernesto Ruffo Appel, un exitoso empresario norteño de BC se convertía en el primer gobernador salido de las filas blanquiazules inaugurando el neoliberalismo político.
Más adelante y en protesta por esa falta de congruencia y democracia interna del partido permeado por las imposiciones; antiguos militantes del PAN, Pablo Emilio Madero, Jesús González Schmal y Bernardo Bátiz fundan el Partido del Foro Democrático desde 1992 este es un llamado a tiempo por la regeneración moral del PAN y para detener la privatización de la política pública por los dueños del dinero, de la banca y de la industria.
Lo anterior como resultado del ascenso del gerencialismo como opción de poder económico que avasallara al poder político y que fuera inaugurada por Manuel J. Clouthier y Vicente Fox Quesada, el primero próspero empresario y ganadero sonorense, el segundo: gerente de la Coca Cola y junto con su familia distinguidos miembros del padrón del Fobaproa, que a la postre se convertiría en gobernador de Guanajuato 1995-1999 y presidente de la República del año 2000 a 2006. Hecho que marcaría el alba del neopanismo como opción política.
La irrupción de los gerentes de empresas privadas y transnacionales fast track de las cámaras empresariales a la cúpula de su partido, luego a las élites locales y como jaque mate al poder del estado desmantelando así el Welfare State (estado benefactor) no tiene el fin de servir a los 57 millones de ciudadanos mexicanos en pobreza estructural, sino para servir a la oligarquía nacional y por supuesto a las grandes compañías multinacionales y un valor agregado: la impunidad financiera y económica es moneda de cambio para alcanzar la inmunidad política que los cargos gubernamentales otorgan, incluyendo el fuero. Por eso, la mejor manera de blindar sus intereses económicos fue dedicarse a la política no para servir a la comunidad, sino para proteger sus intereses de clase.
Éstos prósperos gerentes de la IP convertidos en neopanistas y especializados en la conducción del gobierno llamados tecnócratas, pronto pasaron de ser los mecenas y proveedores financieros de los candidatos en campaña a ser ellos mismos los protagonistas de la política, del gentil burgués al gentleman corredor de bienes raíces y de la bolsa haciendo del Partido Acción Nacional una caricatura de la democracia y una simple franquicia comercial al servicio de los verdaderos dueños de la política, de las posiciones estratégicas, incluyendo todo el proceso democrático convirtiéndose en los verdaderos dueños del voto cívico a cambio de encapsular la miseria económica y política de los ciudadanos para su mediatización por ejemplo: las bolsas, los tinacos azules, los sobres con dinero azul, los mismos programas sociales que se supone no debían tener uso electoral y fueron usados masivamente el pasado 5 de junio para inducir el voto, incidentes que son objeto de litigio poselectoral.
Ello constituye un claro ejemplo de la impunidad, el foco de atención para el desarrollo democrático de México así como su verdadero factor de retroceso y estancamiento político por parte del corporativismo blanquiazul.
De los 7 candidatos electos a gobernador aunque con algunas excepciones, tendríamos un alto porcentaje con altas membresías empresariales de un 50 a 60 por ciento, otro 20 por ciento de cuadros transfugas de otros institutos políticos; solo de un 15 por ciento a un 20 por ciento que provienen de liderazgos sociales y juveniles del PAN y algunos otros de cuadros ligth formados en universidades norteamericanas.
Muy a pesar de la euforia triunfalista efímera basada en la mitología antipriista de haber capitalizado el voto de castigo y con perspectiva a 2018 y su proyecto para regresar a Los Pinos, por parte de su actual dirigencia nacional encabezada por Ricardo Anaya.
Ello no será suficiente para detener la irreversible debacle ética del Partido Acción Nacional que no solo presagiaría futuros descalabros electorales, sino estaría condenado a su virtual crepúsculo y desaparición como instituto político nacional.
José Oscar Padilla Lobato
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