Después de la segunda conflagración mundial Europa dejó sus secuelas. La destrucción de las ciudades y viviendas acarreó como resultado la necesidad de cientos de miles por encontrar un lugar en donde vivir.
Las políticas gubernamentales diseñaron lo que ahora conocemos como fraccionamientos horizontales y verticales. Las políticas apuntaron a la construcción de viviendas de manera masiva, como los sistemas de producción de la sociedad industrial, como una salida para los millones sin casa.
La reacción en contra de este tipo de medidas no se hizo esperar, aunque a la postre finalmente los intereses económicos se impusieron a las críticas que recibieron.
Las observaciones más radicales fueron la que hizo Heidegger, filósofo alemán. Su opinión se concentró en distinguir los conceptos de habitar y alojar. El primero lo entendió como un pensar el habitar; el segundo, como una manera de cosificar a los humanos, convertirlos en objetos, remitidos a un lugar en el que se alojan.
Habitar, decía Heidegger, no es lo mismo que alojar. El habitar no es el lugar en el que hombres y mujeres viven sino en el que el ser deja su huella. La huella se imprime no en la cantidad de bienes que consume ni en su uso, sino en la manera en la que piensan construir el lugar en que habitan, entendiendo por habitar como algo que primero es pensado y luego construido.
El lugar que se habita es el lugar en donde el ser funde con la cuaternidad, el cielo, la tierra, los inmortales y los mortales. De ahí que es el lugar en el que los mortales despliegan todas sus potencialidades, por lo que primero debe ser pensado como el abrigar, acoger y resguardar a los mortales. No es un lugar para alojarse sino un espacio en el que el ser habita, es decir, piensa y piensa el habitar.
Lefebvre, urbanista francés, explica que ese tipo de modelos de vivienda (los fraccionamientos), surgieron a partir de las experiencias de la guerra. Los soldados en campaña llevaban lo que ahora podríamos denominar “casas de campaña”, que colocaban una tras otra, formando un pabellón (una carpa o tienda de campaña que tiene apariencia cónica gracias al uso de diversas estacas y sogas). Su aplicación a la vida urbana se experimentó en París.
La crítica de Lefebvre se sostiene en el uso de la técnica para su construir el habitar como sustituto del pensar. Señala retomando a los filósofos del espacio, que la construcción del habitar no debe estar mediado por la técnica, que distribuye los espacios en función de una estructura previamente diseñada a través del cálculo matemático. En tanto que es un habitar, el uso del cálculo responde a la idea de alojar a la muchedumbre no al ser como ser humano.
En palabras de Bachelard, los espacios para alojar a la población de París no eran otra cosa que cajas grandotas, en donde el habitar está ausente. La casa, el lugar en donde se habita, es el pequeño mundo, el lugar en el que se diseñan las estrategias para enfrentar el mundo que acecha desde el exterior a los inmortales.
Otro francés, Topalov, decía que la construcción de las “Ciudades Jardín”, de aquellas épocas hoy los fraccionamientos como ya hemos dicho, promovidas por los socialistas que dirigían el gobierno parisino, tenían fines políticos más que sociales o humanitarios. Con el pretexto de políticas de sanidad, se promovían viviendas en donde alojaban a los habitantes de los barrios. El fin era sacarlos de su hábitat que impedía el accionar de la policía.
La Ciudad Modelo, creada con criterios de sustentabilidad carece de los fundamentos más importantes, del habitar. Se sustenta en la idea de alojar a la población. La creación del organismo descentralizado Ciudad Modelo, adicionalmente, va por el mismo rumbo.
La novedad es que ahora los municipios ceden parte de su autonomía municipal. Algunos de los municipios que conformarán ese organismo ahora se convertirán en ciudades de alojamiento.
¿Se puede creer que los alcaldes de San José Chiapa, Nopalucan, Soltepec, Rafael Lara Grajales y Mazapiltepec le cedieron al gobierno de Rafael Moreno Valle sus derechos constitucionales?