El rostro adusto del “demócrata” que quiere ser presidente.
La sociedad poblana vivió la contradicción de tener un gobernante que impulsó la edificación de obras como el Mueso Internacional del Barroco, la Rueda de Observación o la modificación radical de sitios emblemáticos como los Fuertes de Loreto y Guadalupe, pero intolerante a la crítica y la disonancia política.
Detrás del auge modernizador, nombres y empresas consentidos por el régimen y el surgimiento de una nueva clase de ricos…
Casi todos ajenos a la poblanidad, pero cercanos a los intereses políticos del mandatario poblano que ya apuntaba a un nuevo escalafón de su carrera pública: la Presidencia de la República.
¿Por qué no?
Pavimentar el camino que conduce a una carrera presidencial requiere de dos elementos sustantivos: aliados en otros estados y la Ciudad de México y mucho dinero, suficiente para aceitar la maquinaria política en un sistema corrompido por los principales actores de la vida pública nacional.
El costo de la obra pública en Puebla se disparó hasta niveles de escándalo, las comisiones para constructores y proveedores del gobierno dejaron el famoso “diezmo” hasta alcanzar 20 o 25 por ciento; el “moche” que caracterizó a los gobiernos panistas en otras entidades, también cobró carta de naturalización con Moreno Valle.
Tomó el control absoluto de Acción Nacional, hasta llevar a su esposa, Martha Erika Alonso de Moreno Valle a la Secretaría General, un gesto que no se veía desde que José López Portillo hizo subsecretario a su hijo José Ramón en el sexenio de 1976 a 1982 y por el que soltó la frase: “Es el orgullo de mi nepotismo”, inmortalizada por la picaresca.
El gobernador panista de Puebla entendía para qué sirve el poder y el dinero. Nueva Alianza, PRD y otros minipartidos se convirtieron en satélites que gravitan en torno al jefe del grupo.
A los medios de comunicación locales y sus propietarios los asfixió financieramente hasta hacerlos voceros de sus acciones; a quienes se resistieron a esa política de comunicación vivieron el castigo del veto publicitario, el estigma y la persecución.
Fue como reeditar el tristemente célebre López Portillo de la decadente política patrimonialista: “No pago para que me peguen”. Esa es la consigna en el gobierno de alternancia.
Fue una posición que contrastó notablemente con los grupos de medios de mayor influencia en el país: las dos principales televisoras han dedicado sus horarios de mayor audiencia…
Las cadenas de diarios y los columnistas más influyentes han mantenido una línea editorial complaciente y hasta “amigable” con el gobierno poblano.
Hasta en los episodios más difíciles, como el que derivó del homicidio del niño Tehuatlie de Chalchihuapan o con la captura de los mandos policiacos que fueron sometidos a procesos penales por complicidades con la delincuencia organizada dedicada al robo de hidrocarburos de Pemex. La gacetilla informativa del gobierno ha tenido espacios de privilegio.
… Y sin embargo, en la elección para gobernador en junio de 2016 consiguió imponer a su sucesor a través de una campaña en la que corrió el dinero a manos llenas.
El delfín del aspirante a la candidatura presidencial, Tony Gali se impuso por amplio margen a su más cercana competidora, Blanca Alcalá del PRI, que había hecho una campaña más austera y rodeada de priistas acusados de tener fuertes intereses económicos con el gobernador panista.
Los errores de la aspirante opositora también tuvieron un peso específico y entre los más destacados, coincidieron analistas: la falta de un ataque frontal contra el jefe político de Gali.
La maquinaria del dinero, la compra de voluntades, las traiciones y la simulación dejaron un saldo que se puede leer detrás de los números de la votación: más de 869 mil para el oficialista; menos de 450 mil para la opositora Alcalá.
Con ese resultado, Moreno Valle cambió un viejo paradigma que él mismo había acuñado en el debate de 2010, cuando como candidato proclamó que “gobernador no pone gobernador”.
Con esa carta credencial sigue su ruta de navegación rumbo a la candidatura presidencial. Parece una tarea difícil pues no hay una sola encuesta que lo ubique cerca de esa posibilidad frente a la esposa del expresidente Felipe Calderón, Margarita Zavala; está por debajo también de Ricardo Anaya.
Pero como todo en la vida, la política es también de circunstancias. Así lo dibujó el filósofo español José Ortega y Gasset en la obra Meditaciones del Quijote. Nadie debe dudarlo.