Hace años, en pleno auge del PRI, cuando ganaban prácticamente todo en Puebla, me preguntaba: ¿qué mueve a los panistas y socialistas a postularse como candidatos, sabiendo que no tenían ni la más mínima posibilidad de triunfar?
Décadas después, la pregunta que ahora me hago es la misma, pero con los papeles cambiados: ¿qué mueve hoy a los priistas a buscar una candidatura?
Las circunstancias preelectorales del PRI generan tanta incertidumbre entre sus militantes, que hasta aquellos que han suspirado eternamente por una candidatura, hoy dudan a la hora de levantar la mano y otros de plano buscan desesperados que otro partido —principalmente Morena— les abra sus puertas.
Sin embargo, todavía son muchos los que siguen creyendo que la estructura y su capacidad para rehacerse de entre sus cenizas los pueda regresar al poder en Puebla.
A propósito, un preocupado lector —seguramente amigo de Pepe Chedraui—, me escribió para decirme que él no veía a otro en la boleta electoral para la alcaldía de la capital, que al líder municipal del tricolor.
Por supuesto que el de Pepe, al igual que el de Víctor Giorgana, son de los nombres que deben ser tomados en cuenta en el tricolor para la elección de 2018, sin embargo, un punto negro en el expediente de Pepe Chedraui es que nunca ha ganado una elección directa en las urnas.
En el renglón de los blasones electorales, Enrique Doger, Víctor Giorgana y la diputada Xitlalic Ceja y otros, tienen mucho más que presumir que su líder municipal.
Sin embargo, si en este momento sirve de algo ser amigo del presidente Peña Nieto, entonces apúntenlo y subrayen su nombre.
Yo por el momento no lo veo y si otros lo ven, vayan avisándole que saque los ahorros del sexenio para lograr el milagro de abandonar el nada decoroso tercer lugar en el que se encuentran sumidos, para ganar nuevamente la alcaldía de la Angelópolis.
Habrá que ver qué tan real es la estructura municipal creada por Chedraui en su periodo como presidente del PRI municipal.
Y conste que este aviso no es exclusivo para Pepe, sino para todo aquel que suspire por esa devaluada candidatura.
¿Quién dice yo?