El cambio, la transformación del sistema de poder y dominación, no puede suponerse que tiene una única ruta: el sistema político electoral.
El sistema político electoral y partidista únicamente ha servido para reproducir la dominación de los partidos y las élites sobre lo que ahora algunos teóricos del cambio llaman la multitud.
El cambio debe entenderse como un crisol de opciones y de posibilidades, de rutas, del camino a seguir, de prácticas, de aquello que algunos pensadores herederos de Foucault llaman la multitud (antes el pueblo).
A diferencia de lo que se creía hace muchos años, en donde las corrientes más radicales de la izquierda proponían como una ruta única la revolución, emergen nuevas e interesantes visiones que han venido a enriquecer cómo hacer política hoy.
La idea de la izquierda anticapitalista, encabezada por el EZLN, de participar en los comicios de 2018 resulta esperanzadora.
Lo es en el sentido de que de nueva cuenta, veremos en el escenario a una fuerza política de la izquierda anticapitalista.
La izquierda electoral comunista, fusionada con las corrientes nacionalistas mexicanas, se apropiaron de la marca: izquierda.
Y así, la izquierda electoral nacionalista se convirtió en parte de un sistema fuertemente penetrado por el narcotráfico y la corrupción, haciéndose partícipe de las peores prácticas de corrientes afines al sistema.
Será muy refrescante para el modelo electoral, que parece anquilosado en el fraude, encontrarse con una fuerza política que participa sin buscar el poder estatuido.
La pretensión de esta campaña tiene una causa bastante justificada: denunciar el drama que viven los Pueblos Originarios, amenazada su existencia por prácticas mercantiles dirigidas hacia selvas, bosques, tierras y subsuelo, que pertenecen a esos pueblos.
Primero fueron las reformas al 27 constitucional, que abrieron las selvas y bosques a la inversión de capital, en el contexto de un empobrecimiento de la población rural como paso previo a colocar al capital como el “héroe” moderno.
Más tarde llegaron los programas de captura de carbono, que otorga a las comunidades recursos económicos a cambio del cuidado de los bosques.
La aceptación de inversiones introduce en las comunidades factores monetarios de valorización de los bienes ajenos a los valores tradicionales.
Las minas. Como ocurre en todo el mundo, el globo fue cuadriculado por empresas mineras mundiales dedicadas a la extracción de metales. Desde la década de los años setenta se alertó acerca los recursos limitados que tiene el planeta, sobre todo en materia de minerales.
De las minas se extraen no solamente plata y oro o bronce, también otra serie de bienes que son vitales para la producción de medicinas y alimentos. Son limitados y no se cuidan, se explotan sin el menor recato amparados en la supuesta sustentabilidad que sirve alcahueta.
El fracking es una nueva modalidad en la búsqueda de minerales (gas y petróleo) en la tierra desarrollada tecnológicamente por EU. Es poco convencional porque se encuentra en rocas a gran profundidad. En muchos casos la ubicación del gas o el petróleo coincide con la tierra comunitaria.
El agua. La privatización del agua tiene que ver con la vida de las comunidades porque por lo general las fuentes de recursos hídricos son los ríos. Los caudales se forman con las corrientes que bajan del deshielo de los volcanes y la lluvia que llega a las montañas.
La madera. Los caciques de las regiones son los propietarios a la vez de los aserraderos, que han dejado pelonas sierras y montañas.
Las presas. Con el fin de generar energía o contar con el vital líquido para alimentar la industria minera, se planean presas en tierras comunitarias.
El hambre. Las comunidades se clasifican entre las que tienen hambre y las que no. Por lo general la población con hambre es aquella que coincide con que habita en los Pueblos Originarios. Su clasificación es en sí mismo una manera de valorar a la sociedad, de dividirla, jerarquizarla, disociarla, con fines políticos.
La violencia. Por lo anterior, cuando la policía perseguía a los habitantes de Nochixtlán, los gritos de ofensas hacia ellos de parte de la policía, eran de “pinches oaxacos, huarachudos”.
La represión viene antecedida del odio racial que se interioriza entre los propios pobres ocupados como policías.
Si la Conquista significó el fin de la cosmovisión de los Pueblos Originarios, las políticas del siglo XXI apuntan al fin del territorio de los pueblos mesoamericanos.
No es una exageración, estas políticas vienen desde la Conquista, pasaron por los liberales y el Porfiriato, continuaron con la Revolución Mexicana. Los gobiernos neoliberales la continúan.
Es la época de la Acumulación por Desposesión, que según Harvey representa una vuelta a las antiguas prácticas de cercamiento del siglo XVIII y XIX, inglesas, pero llevadas a cabo con las modernas técnicas tanto políticas como tecnológicas.
Marichuy, la candidata de comunidades mexicanas y del Consejo General Indígena (CGI), llevará cabo esa enorme pero necesaria e indispensable tarea.