El crimen organizado es una fuerza, así llamada, debido a la acumulación de una capacidad de operación a través de la cual se ha colocado, en la vida cotidiana, como un contrapeso al gobierno. Pero, el crecimiento del crimen organizado no es en suma una acumulación, en abstracto, de una capacidad de operación que llega a superar a la autoridad local copando territorios citadinos o urbanos. Su presencia implica un cambio en la correlación de fuerzas al interior de la sociedad: favorece a ciertos grupos y perjudica a otros.
Si no existe una precisión acerca de que es lo que se pretende combatir, entonces, se pueden dar, como dicen un refrán popular y muy a modo en estos tiempos de nuevo gobierno: “palos de ciego”. El capitalismo ha perdido, parcialmente, su vitalidad para reproducirse a través de la acumulación de plusvalía, al cambiar el eje de la acumulación productiva por el despojo vía las finanzas. No puede subsistir sin esos dispositivos de control que le permitan normalizar el saqueo de naciones y de ahorros familiares.
No se trata de una especie de maldad que está detrás del Crimen Organizado. Se trata, simplemente, del fluir de un sentido que está en la lógica de un orden económico que opera sobre intereses económicos inmediatos o de largo plazo y que, finalmente, influye en la sensibilidad de ciertos resortes que subyacen en el inconsciente de grupos humanos y que, culturalmente, han asociado su existencia, por generaciones, al dinero y el poder.
La sociedad norteamericana, por ejemplo, vive un trauma relacionado con la pérdida de su hegemonía económica y, a la par, se ha convertido en una sociedad “drogada”. La sociedad puede oponerse al consumo de drogas, pero a cualquier empresario de EU le conviene más que sus empleados se “apliquen” una dosis de cualquier droga con el fin de que cumplan horas de trabajo a destajo.
O que, como ocurre en México, que la población viva azorada por los grupos criminales mientras se impone un fraude electoral, una comunidad es desapropiada de su territorio o una familia es despojada de su vivienda.
La justificación del comercio de armas
Una parte de la economía del capitalismo otoñal se sostiene de la producción y venta de armas en el mundo. Estados Unidos no puede vivir sin oponentes. Requiere de acicatear la violencia y construir contrasujetos para justificar el comercio de armas. Al dotar de armas al Crimen Organizado, está fomentando una nueva relación de fuerzas al interior de la sociedad propia o ajena.
Al socializarse el crimen organizado se propicia que los gobernantes, bajo determinadas condiciones de conflictividad interpolítica, operen conscientemente a favor de este tipo de grupos, abonando el terreno en donde más crimen organizado es igual a menor fuerza de la sociedad. No quiero decir que los gobernantes promuevan conscientemente actividades como las de secuestrar o algún otro tipo de ilícitos como ése.
Lo que creo es que, y de eso no me cabe la menor duda, de que bajo ciertas condiciones tienen y cuentan con los mecanismos e instrumentos necesarios, como poder, para orientar la actividad de estos grupos hacia determinados destinatarios y, por tanto, le favorezca en las disputas interpolíticas.
El combate del crimen organizado a través de la creación de una Guardia Nacional responde a experiencias externas o fugaces e históricas de nuestro país del siglo XIX. No se apela a las experiencias locales, actuales, de combate al crimen organizado como Michoacán, Guerrero, Oaxaca y otras entidades en donde han surgido este tipo de experiencias que han equilibrado la relación de fuerzas con respecto a los grupos criminales.
A poco AMLO, durante su gira por la presidencia, no se dio cuenta de que el país está experimentado sus propias formas de defensa contra el crimen organizado o bien el social-ocasional. Esto se puede percibir sin hacer campaña. La población cerró al libre tránsito de las calles o dejó de operar su negocio para evitar a grupos criminales. Las familias toman medidas prácticas como evitar llevar cosas de valor al ir de un lugar a otro.
Aunque a veces la línea que divide al crimen organizado del social-ocasional apenas se percibe, existe una amplia y basta experiencia popular que ha logrado evadir al crimen organizado o anular sus actividades. Estos factores no han sido, me parece, contemplados en la copia del proyecto de la Guardia Nacional o no se percibe en el proyecto dado a conocer en los medios de comunicación.
La Guardia Nacional debería someterse a consulta popular
Si AMLO tiene como amo al Pueblo, debería someter a consulta estas experiencias para elevarlas a prácticas de gobierno, porque tienen una raigambre popular al que se debería apelar. Un fortalecimiento de estas experiencias implicará una recomposición de la correlación de fuerzas al interior de la sociedad. Su simple fortalecimiento detendría al Crimen Organizado porque implicaría modificar técnicamente a la fuerza con la que el Crimen Organizado apela al terror: las armas.
Una Guardia Nacional implica una mayor dependencia de las economías de muerte como las que producen armas, que como explica Guillermo Almeyra (La Jornada: 25/11/12) y Lorenzo Meyer (25/11/12), pueden voltearse contra el pueblo porque inciden en la relación social de fuerzas. Significa incrustar a México en la lógica imperial. Un gobierno nacionalista copiando los ejemplos del extranjero, no está bien cuando el pueblo ha probado o experimentado salidas eficaces.
El “fuego contra fuego” es igual a incendio que (sinceramente toco madera), puede quemar al mismísimo presidente electo.