Ya circulan noticias de que el ducto de Petróleos Mexicanos que viene de Minatitlán, Veracruz, y que pasa por la zona de “El Triángulo Rojo”, va a ser paulatinamente cerrado, para evitar el robo del hidrocarburo y desde esta manera disminuir el delito.

De esta forma las fuerzas federales, que van desde el Ejército, hasta la Marina, pasando por la Policía Federal e incluso la Gendarmería, van a retirar su presencia de más de cinco municipios que conforman parte de “El Triángulo Rojo” y todo terminaría. 

Lo que nadie ha previsto o por el momento nadie ha dicho nada, es que ¿qué va a pasar con las organizaciones criminales, que se asentaron en las zonas del robo de hidrocarburos y que se van a quedar sin recibir los millones de pesos a los que estaban acostumbrados?

El amable lector podría pensar que estos cárteles se van a retirar de la zona, como lo hicieron en otros estados, donde sólo dejaron rastros de destrucción y de sangre.

Lo malo es que quienes se quedan son todos aquellos que antes de la llegada de las bandas de huachicoleros vivían en la miseria, muchos sin trabajo, y que no sólo le aprendieron a la ordeña del ducto, sino a otros delitos de mayor impacto.

Estos hombres, vecinos de los municipios de Tehuacán, Tecamachalco, Acatzingo, Palmar de Bravo, Tepeaca, Quecholac, Esperanza, aprendieron el uso de armas de todos los calibres, incluso, lanzagranadas y otras de destrucción masiva.

Aprendieron a matar, extorsionar, secuestrar, decapitar, descuartizar, a perpetrar robos de vehículos, asaltos a transportes, negocios, casas habitación y muchos otros más.

Además de que los negocios que sí se quedan, aunque se vaya el huachicoleo, son las ventas de drogas, porque muchos de estos hombres, contratados y adiestrados por el crimen organizado, tuvieron que consumir drogas para aguantar las jornadas de trabajo, los enfrentamientos armados.

Otro de los comercios que van a seguir existiendo son las ventas de armas y de cartuchos, que le dejaba a la delincuencia organizada múltiples ganancias.

Estos sujetos vendían y venden las armas que se han utilizado en enfrentamientos, crímenes en la población civil, además de ataques a las fuerzas del orden.

Una vez que el huachicoleo termine, la delincuencia en Puebla va a tener un incremento notable.

Las fuerzas de seguridad van a combatir con grupos bien armados, con escuela de criminales.

Imagine el lector a estos hombres que de la noche a la mañana les quiten las ganancias que deja el robo de hidrocarburos y ‎los obliguen a vivir de nuevo con falta de empleo, de oportunidades, en lugares donde la falta de educación es uno de los principales problemas en la población infantil.

Imagine usted cuántos minicárteles delictivos van a surgir a la salida de los huachicoleros.

¿No le parece que falta algo?

Nos vemos cuando nos veamos.