El ejército o los ejércitos surgieron originalmente de las entrañas de las elites que construyeron lo que ahora identificamos como “sociedad”.
El reclutamiento de personas, en sus génesis, tuvo como fin apropiarse del sobre producto creado por núcleos sociales “vecinos” con el fin de fomentar o incrementar el bienestar propio, personal, familiar o de núcleos sociales más amplios.
El caso más emblemático es el de la antigua Grecia o del Imperio Romano. El haberse convertido, como dice Ana Aredt refiriéndose a los griegos, en la sociedad más culta que ha surgido en la historia de la humanidad, tuvo como cimiento a una sociedad guerrera que se alimentaba de la rapiña que se dirigía a sus vecinos o entre las mismas tribus helenas.
Si seguimos el hilo de la historia de Occidente con la que nos conectó la conquista y de la que se tomó el modelo de ejército que en general ahora tenemos (con sus variantes determinadas por cada contexto histórico como es nuestro caso), en el Medioevo la constitución de ejércitos por príncipes y reyes fue una constante. De las sociedades guerreras se pasó a los ejércitos de ocupación.
La configuración de los ejércitos estuvo asociada a la idea de la tierra, que daba grandeza a través de la conquista que traía como como añadido la extensión de los principados y la configuración de los extensos reinados. Generalmente se trataba de ejércitos constituidos por soldados de otras regiones o embriones de naciones.
De pronto la circulación de dinero a través de la conformación de la banca moderna así como en general de la circulación de mercancías, fue considerada por las élites como la mejor vía para acumular grandeza y poderío. Las naciones consideraron, dice Polany, que la guerra era un estorbo y se dio inicio a una reconfiguración de la concepción que se tenía del ejército.
En adelante se constituyeron ejércitos nacionales que defendieran a la nación en contra de las amenazas que representaban otras naciones. Ese fue durante la modernidad industrial el principio que guio la conducta del ejército. Ahora, el nuevo perfil fue la conformación de grupos de profesionales, armados y entrenados para la defensa del capital y de la circulación de mercancías de cada nación.
Era más bien un principio defensivo que se tornó en ofensivo cuando el capital rebasó las fronteras nacionales y se expandió por todo el mundo. Los ejércitos se convirtieron, en un nuevo contexto, en los soportes de la conquista. Pero como en donde existe poder generalmente surge la resistencia, también se constituyeron ejércitos para la defensa de las sociedades que fueron conquistadas.
Existen ejemplos grandiosos de esta lectura, en donde el ejército mexicano ocupa un lugar especial. La guerra de Independencia conformó un tipo de ejército con raíces profundamente populares, y ahí están los ejemplos de la multitud que acompañó a Hidalgo y Morelos en aquella gesta histórica que cada está más que olvidada. El ejército rojo ruso y el chino son otro ejemplo a seguir. Lo mismo se puede decir del que logró la independencia de los EU.
La posguerra y la inclinación de las fuerzas a favor del campo de la sociedad industrial le impuso un costoso proceso de recomposición a los ejércitos cuya conducta se reorientó a favor de la defensa del capital. El surgimiento de la industria armamentista convirtió a la guerra en un negocio. Pero como las guerras han encontrado la resistencia en el mundo, las élites cambiaron la ruta de la guerra de sometimiento de otras naciones (no abandonada del todo) por la de guerras locales.
Veamos. El Crimen Organizado fue alimentado por las políticas mundiales del flujo de armas en todo el mundo, asociado a la creación de una base humana de la cual podía nutrirse debido al empobrecimiento de la población a nivel global. El consumo de drogas es lo de menos (aunque es importante), lo relevante es el negocio de la muerte a la que ha llevado la empresa de la compra-venta de armas.
Bajo el pretexto de la violencia, al ejército se le adjudicaron funciones relacionadas con la inseguridad. En el fondo tampoco el tema es la inseguridad porque esta se ha extendido en el mundo y en México con y sin la participación de los ejércitos; porque el tema de la relación ejército-inseguridad está en la periferia, en donde el centro es la industria mundial de las armas que no se quiere detectar como la causa de todo.
La verdadera causa de la inseguridad no está en las drogas ni en la inseguridad vistas por sí mismas. La inseguridad y las drogas es consecuencia de la industria de la muerte, asentada en nuestro vecino del norte, que se ha encargado de armar tanto al ejército como a los grupos criminales y, ahora, a los ciudadanos que cada vez más optan por la compra de instrumentos de defensa.
Al Ejército Mexicano se le incrustado como un eslabón de una cadena que lo ata a la industria de industrias de la muerte: la producción y comercialización de las armas.