El encuentro fue fugaz y casi inasible para quienes abarrotaron el Auditorio de la Reforma, durante la ceremonia del informe del gobernador Tony Gali. Se trataba de un apretón de manos y un abrazo efímero, mas por cortesía que por camaradería.
Eran el virtual candidato a la Presidencia de México, Ricardo Anaya Cortés y un fracasado Rafael Moreno Valle, que había arribado a ese recinto antes que el panista, arropado por Damián Zepeda, el presidente en turno de ese partido.
Al ex mandatario le habían propiciado dos aplausos cuando el gobernador Gali le dedicó un par de líneas como dicta la cortesía política; sin embargo, ya no hubo ningún “‘Rafa Presidente”, “Rafa Presidente”. Pero si no lo hubo éste, tampoco lo hubo para aquel.
El encuentro efímero que pasó desapercibido para la mayoría de los asistentes, estuvo muy lejos de ser espontáneo. Menos fue propiciado por alguno de los dos, sino al contrario, lo que hace evidente lo obvio: que ambos liderazgos están lejos de tener un acuerdo político sobre las designaciones en puerta.
Con más oficio que Anaya y Moreno Valle, Dante Delgado Rannauro, el veracruzano dirigente nacional del Movimiento Ciudadano calculó el momento desde su asiento de primera fila en el extremo izquierdo al lado de los Chuchos —Jesús Ortega y Jesús Zambrano—, dio los trancos que le son característico llegó hasta el sitio en donde estaba el ex gobernador, extendió el brazo izquierdo para tomar del antebrazo derecho a Moreno Valle.
Algo dijo mirándolo desde sus gruesos anteojos de pasta negra y lo llevó hasta la presencia de Anaya, el aspirante a la candidatura con quien no ha logrado reunirse en persona, aún y cuando en Puebla existe la percepción de que ye está definida al menos la candidatura a gobernador y presidente municipal de la capital.
Terminado el fugaz momento propiciado por Delgado Rannauro el ex gobernador regresó sólo a su asiento ubicado entre los mandatarios de Chiapas, Manuel Velasco; y de Tlaxcala, Marco Mena.
Anaya anduvo los mismos pasos que Moreno Valle, se detuvo a saludar de mano a los gobernadores ahí presentes, pero ya no extendió la mano al correligionario que le disputó la candidatura presidencial.
Ese desaire mutuo es el que la mayoría de los presentes sí registró. Las señales siguen siendo de desacuerdo en lo que parece una relación tan gélida como el periodo invernal que azota a los poblanos.
La escena sí pudo ser vista por un invitado incómodo: Javier Lozano, vocero de la campaña del priista José Antonio Meade, golpeador sistemático de Anaya Cortés y todos sus aliados.