La sociología es una disciplina que estudia a la sociedad industrial, y lo que ocurre en ella a través de la acción subjetiva de sus componentes. Uno de los hechos más sobresalientes de la moderna sociedad capitalista es la existencia de prácticas deportivas a nivel mundial, permitida o sustentada, en parte, en la nueva estructura tecnológica comunicacional surgida a finales del siglo pasado.
La más importante por el momento es la práctica del futbol. Tiene la característica de que por su origen se funda en ciertas actividades de ocio de la clase obrera inglesa. Que contrasta con, por otro lado, y de manera opuesta, con la práctica, por ejemplo, del golf, que concierne a una categoría social totalmente diferente.
En primer lugar, se trata de un tipo de deporte, el futbol, que tiene como característica, como hemos dicho el haber surgido en una clase muy específica como lo fue la clase obrera inglesa. Le sigue el detalle de que, es una práctica, que independientemente de los matices, se juega con el pie, que tiene un significado especial.
En el deporte el cuerpo es muy importante porque refleja relaciones de capas sociales, como lo explica Bourdieu (ver “Cosas Dichas”), el cual se encuentra directamente relacionado o asociado en una confrontación o en un juego que tiene de por medio algo más, en este caso por lo general a una pelota.
Cuando esto no ocurre, como es el caso de la lucha libre, también refleja un cierto espacio sociojerárquico de un tipo de prácticas sociales corporales. No es lo mismo el cricket para el que se requiere una montura, que simboliza cierta capa social, que la lucha cuerpo a cuerpo, que nos lleva a las capas que ocupan la parte baja de la escala social.
El “fut”, practicado con el pie, como parte del cuerpo también tiene un significado social, más allá de los cambios ocurridos en las clases sociales y las subcapas que las componen. Fue y lo sigue siendo, como parte de una clase que tiene, en los pies, a uno de los principales medios de actividad extra fabril.
El otro aspecto, se puede apreciar en los espacios en los que se práctica. Es el llano, la calle o, como ahora ocurre, los clubes deportivos. No es igual, aquí siguiendo a Bourdieu, el mismo espacio que el del “Tenis” o el golf. Acá se trata de lugares en donde los cuerpos están separados y ceremoniosa y distantemente colocados. No es la barriada.
La existencia de estadios no es un asunto menor. No se deben valorar por la cantidad de espectadores que acoge en su seno sino por su significado en la acción. En ella no solamente se concentra un público que puede desahogarse de las frustraciones sociales; también, el que ha interiorizado que el poder es reductible a la confrontación de dos equipos que simbolizan superficialmente las contradicciones sociales, ya se barrios, ciudades, regiones o naciones.
Las prácticas actuales han colocado al futbol, como un deporte arraigado en la masa mundial de hombres y mujeres que lo viven pero no lo experimentan. La inserción de empresas en el control de este deporte en el mundo, junto a los medios de comunicación, han creado un auditorio de quienes lo viven como parte de su vida pero como observadores.
En este aspecto cuenta mucho la creación de nuevas formas de ocio. La desindustrialización de la economía ha creado un mercado de hombres y mujeres cuya vida se lleva a cabo en actividades comerciales, financieras y de los servicios. Esa forma “abierta” de empleo, ha creado condiciones favorables para la circulación de los mensajes deportivos y de “orientación” del ocio hacia deportes masificados como el futbol.
Pero, en el caso del futbol se trata de prácticas normalizadas. Es decir, este deporte es una manera de transmitir a la sociedad modelos de conducta, reglada. El cuerpo ya no está sujeto, aunque subyacen prácticas de encierro, a un control del encierro (como la cárcel, el hospital y la escuela), pero sí de un control en espacios abiertos.
La manera en como el cuerpo se exhibe, traslada el tema de la dominación a un tipo de prácticas en donde el triunfo social se trasladan al ámbito del “triunfador” individual en donde se diluyen las clases sociales. Y de la lucha entre naciones en torno a quién de todos es campeón de un determinado certamen.
La existencia de un árbitro es fundamental y simbólico. Las luchas deportivas están regladas por una autoridad. Esa autoridad es el símbolo que explicita la necesidad de regular la vida social, independientemente de que esta se manifieste en ámbitos como el deporte. Es el poder que se transforma en correa que se interioriza socialmente sin sentirlo.
Son las naciones que se disputan la hegemonía mundial las que ahora participan también del simbolismo que representa el deporte. Lo hacen a través del mundial de futbol o de las olimpiadas. La hegemonía es económica, política, cultural y deportiva.
Los festejos del triunfo de México sobre Alemania combinan el éxito del poder de canalizar el odio social hacia el Ángel de la Independencia, y la necesidad de millones de hombres y mujeres de vengarse no social sino deportivamente, aunque sea por una única ocasión.