Una decena de universidades se encuentran en dificultades económicas. Esta situación la viven universidades públicas de Morelos, Michoacán, Tabasco, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Nayarit, Zacatecas, entre otras, es la expresión de un problema que se arrastra desde hace varias décadas.
Pero en sentido estricto, no solo es un problema financiero, aunque sin duda es un tema que sin recursos algunas instituciones se verán en una seria situación de conflicto.
El problema de fondo (y si este tema no se atiende de poco servirá para el país fondear recursos, porque el año entrante se vivirán los mismos problemas), tiene que ver con el hecho de que la educación superior en México (de carácter público) dejó de ser de interés del Estado. En la lógica globalizadora, se cree que las empresas transnacionales traerán su tecnología científica a México.
El desinterés debe entenderse como un proceso a través del cual se ha ido imponiendo a las universidades una manera de concebirse, ya no como instituciones encargadas de administrar el acervo científico, sino como instituciones cuya función depende de las necesidades y prioridades económicas de los gobiernos en turno. Se cree que como en la construcción de automóviles o la producción de maíz, la tecnología viene de fuera o, en su defecto, sale más barato comprar en Estados Unidos el grano, sin prever las implicaciones que esto significa.
Poco a poco debilita el papel de la ciencia y su relación con las universidades públicas. Se fortalece el papel de los centros educativos que le dan prioridad a la formación de mano de obra calificada. Formación que se dirige hacia la producción en masa de profesionistas, quienes deben hacer esfuerzos heroicos, luego de egresar, para destacar y ganarse un lugar en la sociedad y el campo del saber.
Los hilos económicos que unen a las universidades con el gobierno en turno se ha convertido en medio a través del cual se violenta la autonomía universitaria: la dieta presupuestal y el pago de la deuda externa, les ha pegado.
Esto ha implicado, como dice el profesor Marcelino Cereijido, que poco a poco la universidad pública pierda su capacidad de conducción e, irónicamente, las autoridades únicamente les queda opinar acerca de los vericuetos de las escuelas de danza.
Condicionamiento de gobiernos estatales
Como algunas universidades integran su presupuesto con partidas que provienen de los gobiernos locales, estos últimos han creído que el hecho de que ellos le destinen una parte del presupuesto local para la educación superior universitaria, eso significa que las universidades deben legitimar a sus políticas locales.
Se observa la más absoluta pérdida de sentido original, acerca de para qué sirve la educación y el cuidado de la ciencia en una Nación y a nivel regional.
En las entidades mexicanas y en la misma ciudad de México, existen instituciones de educación superior que han sido creadas por iniciativa de los gobiernos locales, como los colegios entre los que encontramos al del estado de México, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Sonora, etcétera.
Estos, en algunos casos, al depender de las finanzas locales, han servido para dar refugio o premiar políticos cuya presencia en esos lugares resulta nociva.
Humberto Benítez Treviño, el ex procurador federal de la PROFECO, fue despedido por la prepotencia con que su hija se comportó al mandar cerrar un restaurant ubicado en la ciudad de México.
El despido fue un guiño de Peña Nieto, lo premiaron como director de El Colegio Mexiquense. Al poco tiempo, bajo su administración, la maestría en Desarrollo Municipal perdió su reconocimiento ante el CONACYT. No pasó nada, y creo que este tema es mucho más grave que lo hecho por su hija.
Cuando las instituciones intentan mantener su autonomía frente a las autoridades estatales, de inmediato se impone un manejo extraño en cuanto a los recursos que corresponden a las universidades públicas. Se disminuyen las partidas presupuestales, los recursos se retrasan o de plano se les niegan. Las universidades públicas locales, como la de Morelos, hasta se ha visto obligada a cambiar de rector para complacer Graco Ramírez, sin que el tema se haya resuelto.
Urgen más recursos para la educación
Mientras crece la población que demanda educación universitaria, ante la pérdida del poder adquisitivo del dinero y las dificultades de algunos sectores de la población para encargar la educación de los hijos a las universidades privadas, se ha incrementado la demanda de población que trata de encontrar un lugar en las universidades públicas.
Lo que, por lógica, implica el incremento de las necesidades de las universidades y de recursos financieros.
Desafortunadamente, los destinos del país están, como dice Cereijido, en manos de personas que desconocen el tema de la ciencia y el papel de educación universitaria de carácter público, incluida la importancia de la ciencia para una Nación.
AMLO proviene de la escuela pública, pero no se ha dado cuenta que las naciones desarrolladas destinan hasta el siete por ciento de su presupuesto a educación y a la ciencia. ¿Cómo demonios quiere un país desarrollado dedicándole a la ciencia la menos del uno por ciento del presupuesto?
Mientras esta situación no se corrija, sigo de nueva cuenta a Cereijido, seguiremos siendo un país que le compra a los países desarrollados celulares, computadoras, autos, maquinaria, pantallas (aunque se hagan aquí no son nuestros, es un engaño decir que exportamos), y hasta las banderitas que utilizamos en el mes patrio; pero también, ideas acerca de la democracia, la pobreza, la violencia, y seguiremos matándonos con sus ideas y las ideas que tienen del uso de las armas.
Existe ciencia y científicos, pero no conciencia gubernamental.