Al analizar, el filósofo alemán Ernst Bloch, a los campesinos “revoltosos” de las guerras campesinas del siglo XVI en Alemania (en conocido texto sobre Thomas Münzer, teólogo de la revolución), incorporó a los estudios sociales y humanísticos el concepto de linaje humano, para valorar lo que ocurría con este especial segmento de la sociedad agraria, a menudo despreciado más tarde por los ideólogos de la clase obrera.
Bloch, después de explicar la existencia de factores culturales “no económicos” en el alzamiento de estos campesinos entre ellos la categoría de lo religioso, ampliamente fundamentado por el sociólogo Max Weber, subraya la existencia del “linaje humano”, al que da origen ese discurso. Es como el impacto en la masa campesina mexicana (el 60%, según Gisela von Wobeser, en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-16752011000100016), de la imagen de la Virgen de Guadalupe en el alzamiento independentista mexicano.
Dice el filósofo alemán sobre el linaje humano que es: “… si no histórico, al menos postulativo de tal carácter .. “histórico-filosófico” de lo espiritual y religioso, en cuanto proceso de autoeducación –si bien a menudo desvirtuado- del linaje humano”. Bloch habla del linaje humano en términos sociales postulativos: una capa social se considera “la elegida” para culminar una meta que tiene su origen en un pasado mítico, de una “edad dorada”.
La autopostulación viene de la existencia de un vasallaje al interior de la sociedad en contra del linaje humano, que pertenece y se va constituyendo como algo sagrado con una misión social. El vasallaje, es considerado como una afrenta, porque va en sentido contrario de los postulados que tienen como origen la presencia de una entidad que guía los destinos del universo y al que se encuentran sometidos humanos y cosas.
Las conclusiones a las que llegan los elegidos es que, sustentados en las sagradas escrituras, es que en ellas lo privado no está por encima de lo social sino que, por el contrario, solamente puede existir como una manera de colocar sus beneficios al servicio de los demás. Todo lo anterior, sustentado en un pasado mítico, como se ha apuntado.
La estrategia de la oligarquía criolla
El linaje humano es construido a partir del discurso religioso, en el que no se admite atropello alguno en contra de ese igualitarismo conformado por el discurso fundador del mundo, relativo a la cristiandad o mesiánico-judío, iluminista.
La “Caída”, la expulsión de Adán y Eva, como “padres” de la estirpe humana puede superarse aquí mismo, en la tierra, por la vía del mítico regreso del mesías, encarnado en los autopostulados.
El linaje humano en América escribió su propia historia local. La estrategia de la oligarquía criolla y la alta clerecía peninsular, católica, de construir una figura que permitiera la identificación de la virgen de Guadalupe como símbolo de la identidad nacional y medio para trasladar las creencias de los llamados “impíos” hacia el cristianismo, la arraigó como una figura sagrada que, en el discurso oficial, hizo una elección, que no es cualquier cosa, como la de “aparecerse” en América y, específicamente, en la patria de los mexicanos.
La Virgen de Guadalupe ¿aceptaría en la lógica del discurso del linaje humano, a menudo construido y alimentado por la lectura de experiencias no bíblicas, como el liberalismo europeo, el vasallaje en América?
Dice Bloch, acerca del discurso sobre el linaje humano, que este se encuentra a menudo trastocado por acontecimientos de otros grandes acontecimientos. Quienes que se sublevan, toman prestado aquel lenguaje para ajustarlo al discurso religioso.
El linaje humano es histórico porque se construye en entornos específicos que impulsan a ciertos grupos hacia un futuro “brillante”, pero también específico como la Nación. El estandarte de la Virgen de Guadalupe (la Tonantzin, la “madrecita de todos”), logró eslabonar lo religioso con lo social, lo divino con lo humano y, en un mismo plano, asoció las esperanzas de construir una Nación con suprimir el vasallaje en el ámbito de lo social así como ante un imperio ultramarino.
La patrona de la insurgencia
La Virgen de Guadalupe, en la Independencia, representa simbólicamente a los criollos que se oponen a los peninsulares cuya imagen es la Virgen de los remedios (ver Ariel Arnal: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-16162010000300006). Es una oposición que se traduce al ámbito simbólico, porque, inicialmente, la “guadalupana” representa a los desplazados por la Corona de los principales puestos y canonjías.
De acuerdo a Gisela von Wobeser, los habitantes de los pueblos originarios (los pobres), consideraban que la Virgen de Guadalupe, la “patrona de la insurgencia”, los protegía y estaba de su lado en las disputas que tenían por la propiedad de las tierras con los caciques locales. La guadalupana sirvió como imagen legitimadora de sus demandas frente a otros pueblos, las haciendas y la iglesia.
La independencia y, más tarde, los zapatistas y también los cristeros asociaron lo religioso-guadalupano con lo social comunitario en el sur; o lo ranchero, en el occidente mexicano. Si el linaje humano es el traslado de lo sagrado a lo social autopostulativo como acción hacia un futuro “brillante”, el linaje humano es una mezcla de comunismo prehispánico, caudillismo, guadalupanismo y presidencialismo mesiánico.
El linaje humano, en nuestros tiempos, se ha mantenido en lo religioso como teología de la liberación, pero también se ha desplazado en dirección de asociar lo mesiánico con múltiples agentes y actores sociales, pero esa es otra historia.