Frederick Le Play, ingeniero de minas, profesor y funcionario gubernamental, de origen francés, comprendió a la perfección, después de vivir en una época de levantamientos sociales en Francia y Europa (durante el siglo XIX), que era necesario introducir reformas al orden social europeo, y en Francia antes que nada, con el fin de que la sociedad se evitara sufrimientos innecesarios ocasionados por los constantes y permanentes conflictos sociales.
Cuando se habla de reformas sociales, y Le Play así lo entendía (existe suficiente literatura sobre este autor en línea), el fundamento de su interés estaba en profundos y detallados estudios llevados a cabo en toda Europa, que incluían la vida de aquellas personas que vivían de su fuerza de trabajo, incluidos los campesinos. Capas sociales que operaban con las manos y no sólo trabajadores de la industria.
En el fondo se trataba de un asunto de opulencia y pobreza pero que, como es sabido, la naciente división de lo privado y lo público de la sociedad industrial, dejaba en manos de los reformadores lo último mientras lo primero quedaba excluido de todo juicio social.
El equilibrio de desigualdades
Las reformas orientadas a equilibrar, mediante la creación de instituciones sociales, las desigualdades sociales tenían un propósito claro: evitar que los conflictos dejaran huellas imborrables de sufrimiento social.
Proponía Le Play, la creación de instituciones relativas al trabajo que pudieran mejorar la vida de la población trabajadora, previo estudio minucioso de las condiciones sociales en que vivían estas capas de la población en toda Europa.
Estos análisis, llevados a cabo él por durante toda su vida, abarcaron naciones como Rusia, España, Francia, Alemania, entre otros. Eran valoraciones muy distintas a los “estudios” de organizaciones “filantrópicas” que estudiaban al “miserable” para vigilarlo.
Los trabajos de Le Play y sus consejos quedaron en el olvido, en razón de que las reformas, en general, fueron vistas con sospecha por las corrientes revolucionarias que triunfaron en Europa y emblemáticamente representadas por la revolución rusa. Y no obstante que de manera categórica se puede afirmar que las grandes transformaciones sociales han sido los grandes remedios para los problemas de capas sociales menospreciadas socialmente, el espíritu reformador ahí está.
En México, Felipe Cazals, cineasta (El Universal: 07/10/18), declaró, refiriéndose en aquél momento a infelizmente conocido caso del “tráiler de la muerte” y la situación del país: “Estamos frente a algo que va mucho más allá del crimen organizado, aquí hay un germen de demencia, de una gravedad que no se va combatir con un pelotón de verdes o la policía municipal o el mando único; lo lamentable de la administración de Peña Nieto es no haber visto la dimensión de lo que tenía enfrente, es decir, combatieron con lo que se tenía habitualmente, pero se trataba de algo más complejo y grave, y más calculado, y esa es una pregunta para la siguiente administración”.
Un tema de “demencia”
El tema de los salarios es la parte visible de un fenómeno que va mucho más allá de cuánto ganan los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Es un tema de “demencia” dice Cazals. Para Le Play, los conflictos tenían nombre y apellido: falta de alimentos y deterioro moral. Las reformas que lleva cabo el obradorismo (podemos estar de acuerdo o no con ellas), responden a esa interrogante que plantea Cazals. Que para Le Play son hambre y moral.
Lo que está detrás de la violencia social, incluido el crimen, para los humanistas del siglo XIX no tenía que ver con cierta maldad orgánica de las clases consideradas como peligrosas por los habitantes de las ciudades poco acostumbradas a ellas y que, de un momento a otro, poblaron la periferia y que súbitamente transformaron el territorio urbano de las mismas. La violencia y crimen se entendían como el resultado de las transformaciones a las que conducía la sociedad industrial.
Por supuesto que los grandes reformadores, entre ellos Le Play, consideraban, equivocadamente o no, que los males de la sociedad industrial eran acontecimientos fortuitos y que, finalmente, el progreso llegaría de todos modos en algún momento y se filtraría a todas las capas de la sociedad. La sociedad de la dominación sería sustituida por una sociedad en la que hombres y mujeres dominarían a la naturaleza.
En tanto, eran necesario aplicar reformas para paliar lo fortuito. El obradorismo ha creído conveniente llevar a cabo una serie de reformas asociadas a su Cuarta Transformación. En particular, el tema de los salarios no es exclusivamente salarial, detrás de los ministros de la Corte está la cadena de familiares que copan los puestos de esas instituciones asociado a elevados salarios que la institución les ha otorgado y que ahora lastima a la sociedad marcada por polos que se separan: opulencia y degradación espiritual y material.
La corriente que ahora gobierna ha considerado atender aquello que Cazals considera que ya no se puede combatir con meras medidas de fuerza, que es algo más profundo y que lastima y hace sufrir a millones de seres humanos. Que en mi consideración tiene que ver, como lo veían los humanistas del siglo XIX, con el modelo de economía de mercado que ha mostrado un rostro inhumano por donde acude a posicionarse.
Pero es el momento del obradorismo, no obstante habría que sugerirle a los ministros la lectura de Le Play porque el mundo no es puro Derecho.