Como seguidor del extinto Rafael Moreno Valle, el diputado Héctor Alonso Granados repartió a quien tuvo enfrente copias simples de un acta de nacimiento apócrifa de la supuesta oriundez guatemalteca. Era una mentira convertida en estrategia de campaña en ese lejano 2010.

Probablemente no lo haya advertido, pero esa conducta individual alimentaba el clima de polarización que los dirigentes partidistas y candidatos condenaron en público, pero dejaron correr en corto, para sembrar odio y miedo, dos de las variables más influyentes en el votante.

Alonso Granados repite recetas que antes utilizó en momentos precisos de su vida política, con una salvedad: ahora confronta a la fuerza política de mayor influencia en el país, a sus seguidores y sus dirigentes.

Primero cuestionó la capacidad física del excandidato Luis Miguel Barbosa Huerta para volver a competir por la candidatura; luego tildó al presidente del Congreso, Gabriel Biestro Medinilla, de ser un remedo del operador más rudo del morenovallismo.

Los excesos asoman en el diputado local de Morena, que antes lo fue de Nueva Alianza y, aún más lejos, del Partido Revolucionario Institucional. No parece tener intenciones de hacerse añejo en militancia política alguna porque el talante que lo anima ni siquiera habita en el territorio: Elba Esther Gordillo, una rapaz dirigente sindical que levantó la mano de Felipe Calderón Hinojosa, luego a Peña Nieto y, más recientemente, López Obrador. ¿Similitudes?

No es difícil encontrar rastros de su filia con el grupo político de Mario Marín Torres, el priista de quien todos despotrican pero que comieron de su mano cuando habitó Casa Puebla; también con el de Rafael Moreno Valle, el exgobernador que pereció el 24 de diciembre pasado.

Los militantes químicamente puros de Morena que viene de la toma de Reforma, tras la crispación política de 2006 con el fallo del Tribunal Federal Electoral en favor de Calderón, no dejan de observar un oportunismo político en Alonso Granados, y deslealtad.

Son las preguntas que los ciudadanos de a pie, con una vida sencilla y elemental, se formulan: ¿Cómo es que un personaje que ha trascendido de partidos políticos tan disímbolos?

El escándalo rodeó al diputado local del distrito 19 de la capital. Ya ha sido mencionado en esta columna el día en que sacó a empujones y majaderías del recinto legislativo a un reportero gráfico, que generó un enorme clima de opinión reprobatorio.

Igual la ocasión en que un asistente legislativo recibió su desaprobación pública por su sola inclinación sexual y que dio origen a una queja ante la Comisión Nacional para la Prevenir la Discriminación, por una clara conducta excluyente y homófoba.

Ya ni referir la época en la que tenía la peor de las opiniones sobre el líder del movimiento que ahora es presidente de la República, y que bajo su criterio conservador vaticinaba sobre hordas incontenibles que irían sobre la propiedad privada en detrimento de la libre empresa, el libre mercado y las comodidades del sector #fifí.

Al fin y al cabo, cada quién lo suyo.