A los diputados Héctor Alonso Granados y José Juan Espinosa Torres les incomoda el lugar que ocupan en la coalición Juntos Haremos Historia. Claramente se sienten fuera de lugar en un conjunto de partidos políticos que salvo penosas excepciones, abrazan las auténticas causas de la izquierda.
No han podido entender que desde que ambos sirvieron a sus organismos partidarios primarios, uno el PRI más retrógrada de Blas Chumacero; y el otro, en la franquicia vergonzante de Dante Delgado Rannauro, el Movimiento Ciudadano, los paradigmas son otros.
Desde que un grupo de diputadas de diversos partidos decidió promover iniciativas para reformar leyes cuyos artículos parecen escritos bajo la mirada severa de un Melchor Ocampo, capaz de escribir una epístola cuyos pasajes se leen con azoro: la mujer, cuyas principales dotes sexuales son la abnegación, la belleza, la compasión (...) debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia (...) tratando siempre con la veneración a la persona que nos apoya y defiende... levantaron la ceja, manotearon en su curul y se ajustaron los sacos oscuros, dignos de sepulturero.
El redactor del documento fue un liberal que acompañó a Benito Juárez y hasta redactó las Leyes de Reforma, pero terminó por obsequiar un bodrio clasista, misógino y abusivo, muy similar a las estampas que por días han presumido los legisladores que ahora ostentan cargos de representación por el Movimiento Regeneración Nacional y Partido del Trabajo.
No entiende que no entienden (The Economist dixit) este par de guardianes de las buenas conciencias que levantaron la voz en distintos tonos como graznido animal para inconformarse por iniciativas que buscan contener impulsos animales contra las mujeres que padecen estigma, hostigamiento, maltrato en sus diversas facetas y hasta feminicidio.
Iracundo Alonso Granados, llamó mojigatas y retrógradas a las legisladoras que promovieron y votaron una ley que para efectos, impide la sexualización en la publicidad. Oportunista como él, invocó el derecho a la libertad de expresión cuando no ha sido capaz nunca, de alegar lo mismo ni cuando fue diputado de la borregada que pagaba en el Legislativo Rafael Moreno Valle, el dictador muerto que persiguió con furia a la prensa indomable.
No es mejor el caso del cada vez más aislado JJ. Terminó por convertirse en lo que tanto dijo combatir cuando en la escena local se le conocía como el ‘niño naranja’. Muestra una pobreza discursiva propia del político que conoce más de caballos y suertes charras que las mejores causas de la izquierda. Su historia está a la vista.
Los tuits con los mensajes simplistas y ramplones no dejan de sorprender por la pobre forma de procesar un asunto tan complejo como el respeto y protección de derechos de las mujeres, notoriamente lejos de su alcance para el dueño de un raciocinio localista y rupestre.
Alonso Granados y Espinosa Torres están lejos del ideal de los más vulnerables segmentos de la sociedad. Al fin y al cabo, la ignorancia como el dinero y la incomodidad por la nueva militancia es imposible de esconder.