Todavía existen comentarios de la relación laboral y de amistad qué sostenían Rafael Moreno Valle y Ardelio Vargas Fosado, cuando el primero era gobernador de Puebla y el segundo secretario de Seguridad Pública del Estado (SSP), en los tiempos en que Puebla vivió la etapa del autoritarismo y de la represión policiaca.

Cuántas veces Ardelio Vargas, en un arranque de berrinche aventó sobre la mesa su renuncia a Moreno Valle como encargado de la seguridad en Puebla y cuántas veces el, en ese entonces gobernador, se negó a aceptarla.

Los motivos para qué Moreno Valle le negara la renuncia a su secretario de seguridad fueron muchos, además de los compromisos políticos, el entonces gobernador necesitaba una mano dura y represora para que acabara con sus enemigos políticos e incluso enfrentara periodistas.

El asesinato del menor de 9 años de edad a manos de policías estatales en Chalchihuapan, la represión de campesinos en Chignahuapan, el ataque a clientes y comerciantes del mercado Jorge Murad, además de otros trabajitos que tenían que ver con encargarse de los enemigos del sistema, fueron suficientes como para que Moreno Valle le soportará sus berrinches Ardelio Vargas. Lo que más le importaba era que su secretario era el mejor cómplice que podía tener en las filas de la policía.

Vargas Fosado, nunca se imaginó verse relegado del primer cuadro de Moreno Valle, siempre pensó que iba a regresar, al igual que el fiscal Víctor Manuel Carranca Bourget, quienes al final se quedaron para cubrirle las espaldas y sus huellas y cerrar así un ciclo de comparsas.

Y Moreno Valle no estaba equivocado, el otrora secretario de seguridad se perfila en la administración siguiente como el encargado de la Fiscalía General del Estado, en sustitución de Gilberto Higuera Bernal.

Don Ardelio debe tener la misma  encomienda, tapar todo lo que se pueda de lo que queda del morenovallismo.

¿Cómo se verá un Fiscal represor en un gobierno conciliador y respetuoso de los Derechos Humanos?

Nos vemos cuando nos veamos