En una práctica inédita dentro de las sucesiones gubernamentales en Puebla, Luis Miguel Barbosa decidió ir nombrando de manera dosificada a los miembros de su gabinete.

Dentro de esos nombramientos, dos fueron sus anuncios estelares: el del doctor Ruíz Argüelles en Salud y el del Almirante Ortega Siu en Seguridad.

Ambos fueron aplaudidos socialmente y generaron una expectativa más que positiva para el nuevo gobierno.

Se trata de dos carteras clave para el gobernador entrante, por lo que orgulloso presentó y presumió a estas dos cartas de peso.

En contraposición, hay tres nombramientos que generaron más dudas que certezas. El de Carlos Francisco Urbina Tanús en Infraestructura, Rodrigo Osorio en Economía y Abelardo Cuellar en Trabajo.

Por muy distintas razones, algunos de los virtuales miembros del gabinete barbosista no estarán a su lado el día de la toma de posesión.

De los dos primeros —Salud y Seguridad— se ha rumorado sobre razones externas que pudieran generar un eventual cambio de planes, aunque su prestigio, capacidad y aceptación social los hacen piezas clave para un buen arranque de gobierno.

De Infraestructura parece que la suerte se cantó cuando una pifia brutal del designado para ocupar esa secretaría lo llevó a provocar la primera crisis aún sin iniciar el sexenio. Todo indica que el gobernador a tiempo se percató del riesgo de tener a un personaje sin oficio en una cartera tan importante.

En Economía podemos decir que el joven prospecto incurrió en una especia de cachirul invertido. Es decir, que sus 26 años le impidieron ser parte de un gabinete que por ley exige 30 cumplidos. Y como no se puede hacer una ley particular, la idea de resolver el problema con una reforma, parece que no es opción para un hombre como Barbosa. Otra baja para el futuro gabinete.

Y el otro que ya empieza a ser un dolor de cabeza es Abelardo Cuellar, quien tiene un grave conflicto de intereses, mismo que relaté en mi columna de ayer. El paladín de los derechos laborales resultó ser más falso que una moneda de tres pesos y sus intereses como abogado laboral representan cifras millonarias de las que nunca le habló al futuro gobernador y esas son cosas que Barbosa difícilmente perdona.

Así las cosas, a 22 días de la toma de posesión, —con excepción del gobernador— nadie puede estar seguro de que estará a su lado ese primero de agosto.

Lo mejor será que este nuevo filtro, permita que las cartas fuertes se mantengan y que se desechen a todas las fichas nocivas.

Veremos y diremos.