Todavía 820 millones de personas padecen hambre en el mundo, pero un número mayor tiene problemas de sobrepeso y obesidad, dice la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) 2019.
En 1979, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estableció el 16 de octubre como Día Mundial de la Alimentación, con el propósito de hacer conciencia sobre el problema alimentario y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.
Este año, el lema utilizado es “Una Alimentación Sana para un Mundo Hambre Cero”; de ello destaca pasar a la Acción.
Y es que la cifra de la población con hambre ya lleva varias décadas sin moverse. Ha llegado hasta los 920 millones. Algunos estudios indican que hay mil 200 millones de personas que viven con ingresos de un dólar diario.
Sobre la alimentación y otros problemas, aplica muy bien aquella frase que dice “Todo el mundo pensaba que alguien debía hacerlo, pero alguien creía que era responsabilidad de todo el mundo”.
Una proporción igual o mayor de la población con problemas de hambre y desnutrición, tiene también problemas de sobrepeso y obesidad. Insuficiente desarrollo físico y mental, en el primer caso, que reduce drásticamente las posibilidades de desarrollo personal y movilidad social.
Por su parte, el sobrepeso y obesidad desembocan en problemas de presión arterial alta y diabetes. El 79 por ciento de los mexicanos tienen sobre peso y un tercio de la población registra obesidad, de acuerdo con datos del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
Más de 7 millones de personas en México padecen Diabetes, según diferentes reportes, lo que representa grandes problemas familiares, alta carga económica para el sistema de salud y fuertes presiones a la red hospitalaria.
Ha faltado atención integral a este y a muchos problemas nacionales, estatales y municipales. No ha existido Planeación. Se abandonó la planeación nacional. Hoy tenemos tantos problemas que no sabemos por dónde empezar. Lo digo con responsabilidad y autocritica. Hoy todo es urgente y también importante, y los recursos no alcanzan para todo.
Pero mientras no identifiquemos seriamente los problemas, definamos las acciones de solución, delimitemos responsabilidades, cuantifiquemos las necesidades totales de recursos ye establezcamos plazos y etapas de atención a la problemática, nos vamos a seguir hundiendo.
Criticar, cuestionar y descalificar es lo más fácil. Pasar a la acción es lo más difícil. Por eso el lema de la FAO este año invita a pasar a la acción. Y hay problemas que han estado pendientes de atenderse desde hace varios años.
El sistema educativo no ha hecho la tarea. La gente no sabe cuánto necesita para tener seguridad alimentaria. Le enseñamos cuentas, quebrados, raíz cuadrada y derivadas, pero no le enseñamos las cuentas de la vida. Tampoco educación financiera.
La escuela abandonó la parcela, el huerto y la granja escolar. Se dejó de enseñar a los niños y jóvenes cómo producir sus alimentos. Las escuelas y universidades agropecuarias nunca han integrado a sus contenidos curriculares y de investigación, las necesidades de las familias más pobres. Nos preparan para condiciones productivas favorables: parcelas grandes, riego, maquinaria, insumos. El 80 por ciento de los productores, los pequeños, no son parte de la política educativa agropecuaria.
Se necesita enseñar a la gente a cómo obtener alimentos, conservarlos, prepararlos y consumirlos; cuánto comer de cada alimento, cómo se combinan, cuáles son los nutrientes fundamentales y qué los contiene.
Se requiere enseñar a los campesinos y productores a realizar prácticas para mejorar su parcela, conservar el suelo y el agua, evitar contaminantes, mejorar su alimentación, incrementar rendimientos, vender mejor y aumentar ingresos, todo ello en un proceso de aprendizaje conjunto. Se requiere capacitación y asistencia técnica que los gobiernos han abandonado.
Mejorar los métodos de producción agrícola, tecnificar la ganadería en aspectos tan básicos como la alimentación, las instalaciones, mejora genética, cuidar la salud; recuperar la pesca en ríos, mares y cuerpos de agua; se requiere de políticas públicas reales que apoyen los servicios técnicos y el fomento productivo, el desarrollo y adopción tecnológica así como el financiamiento y la comercialización.
El crecimiento de la población demanda cada vez mayores cantidades de alimentos. La Seguridad Alimentaria es la aspiración más sensible de la población, sólo después de la Seguridad Hídrica, para la convivencia y la gobernabilidad.
En este Día Mundial de la Alimentación, ojalá se entienda que hay que pasar a la acción para asegurar a los pueblos una alimentación sana y hambre cero.