Transformación. El vacío que hicieron al líder moral de ese movimiento es evidente. Andrés Manuel López Obrador vive horas de soledad, sumido en una profunda crisis política desde hace ocho días.

Una semana negra para el presidente de México se cumple este jueves. Desde que un sujeto que salió del anonimato, Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo, fue detenido y luego liberado en Sinaloa. La tormenta en la opinión pública creció hasta alcanzar medios internacionales.

Sin un adecuado control de daños, ni estrategia que le permita salir de la maraña declarativa, sus principales funcionarios siguen sin encontrar rumbo. Los dos obuses pegaron en la línea de flotación, sin que hasta este momento se haya hecho un diagnóstico adecuado.   

Culiacán como hipérbole en el discurso de la oposición al modelo de López Obrador. No terminaba de arder la pradera cuando el otro bombazo mediático estallaba a las puertas de Palacio Nacional, con la trampa que montaron los ediles multicolores, peticionarios de más recursos en el 2020.

Figuras cuestionadas en el pasado se subieron al tren de la descalificación como el estigmatizado Felipe Calderón Hinojosa, o el locuaz Vicente Fox. Siguieron los beneficiarios de un sistema podrido por las rapacerías castigadas en las urnas apenas en junio de 2018.

En la escena local hasta Lorenzo Rivera Sosa, presidente del PRI y beneficiario de acuerdos oscuros con proveedores, constructores y hasta concesionarios de guarderías infantiles desde la SEDATU y Sedesol, asomó la cabeza para tirar una piedra y contribuir a la abolladura de la imagen presidencial.

El obradorista que se victimiza un día sí y el otro también, José Juan Espinosa Torres y quien sin el apoyo de la coalición Juntos Haremos Historia no sería legislador por un distrito en el que ni siquiera habita, se le ‘olvidó’ defender a quien idolatró hasta hace poco. Más ocupado en defenderse de la investigación por presunta corrupción, dejó pasar la oportunidad de sacar la cara por su guía político.

Lo mismo sucedió con autoridades municipales, legisladores y senadores, muchos de los que no serían lo que son si no hubieran hecho campaña a la sombra de quién bregó contra corriente desde los aciagos días del desafuero en 2004, cuando Fox Quesada operó el último de los juicios de procedencia en San Lázaro.

Por su protagonismo y ostensible ignorancia surgen nombres como el de Nayeli Salvatori, la Carmen Salinas de la Cuarta Transformación. También calló. Habituada a la incontinencia declarativa, curiosamente guardó un silencio sospechoso. Ella también fue beneficiaria de los afanes de López Obrador en campaña.

El largo etcétera está ahí, sólo hay que revisar declaraciones y redes sociales personales. Nada y el silencio nunca parecieron más sinónimo.

Un seguidor del movimiento del tabasqueño se escuchó ayer desde la tribuna. Gabriel Biestro Medinilla, fue acaso el único en salir en defensa del Presidente de México. ‘Utilizar la máxima tribuna para refrendar nuestro confianza a las Fuerzas Armadas y nuestro apoyo al Presidente Andrés Manuel López Obrador’ dijo. Los demás callaron.