El poderoso gobernador debió haber advertido de la soledad de un mandatario en el último año de mandato, como dictan las reglas no escritas del sistema político mexicano. Lo supo con la contundencia cuando su mirada no pudo encontrar a nadie en ese habitáculo lleno de toallas, ropa interior y el rancio olor del vestidor.
Sólo, rodeado de un minúsculo grupo de ayudantes, guaruras y lambiscones (nunca faltan), se encontró sin la dosis necesaria del reconocimiento fácil que todo gobernante en el ocaso necesita.
Resuelto a ir por ese baño de pueblo y popularidad, decidió llegar al estadio Cuauhtémoc, la emblemática casa del equipo de casa. Tomó las escaleras por las que suelen descender jugadores y directiva; descendió seguido de su séquito rumbo al vestidor del Puebla de la época.
Antes debió pasar de largo ante el pequeño altar a la virgen de Guadalupe que todo preside desde al lado izquierdo: siguió franco hasta el final del pasillo y finalmente, en el vestidor del equipo que se habría de coronar con el título del fútbol mexicano en ese torneo 90-91.
La travesura de hacerle el vacío al mandatario aquel había sido acordada entre el dueño del equipo, Emilio Maurer y el director técnico, Manuel Lapuente. Ese gobernador desairado fue Mariano Piña Olaya, antecesor de Manuel Bartlett Díaz, ambos de raigambre priista aunque el segundo navegue en las aguas de Morena.
El relato fue compartido por un testigo del episodio aquel en que fútbol y política suelen mezclarse para constituir un binomio indisoluble: dinero y poder al amparo de un deporte convertido en industria que arroja ganancias millonarias: Emilio Maurer.
Fue una charla de unos 20 minutos en donde habló en su calidad de diputado de la Cuarta Transformación en el Congreso local, pero también como hombre de fútbol. Admitió no haber pagado por el equipo de primera división al que luego haría campeón de copa y de su ruptura con Piña Olaya.
Hace casi 30 años de ese episodio y Maurer con 81 años a cuestas no se empeña en dejar ver la pasión que se vuelve a encender como cuando fue presidente de la primera división de la Federación Mexicana de Futbol; de su confrontación perenne con Televisa y de la política y tarea legislativa. El deporte nacional, como la política se hace con cojones, dijo.