Entre los grandes problemas nacionales podemos incluir la pobreza y desigualdad en la que viven casi dos tercios de la población mexicana.
Además, existen también grandes problemas de deterioro ambiental, aguas residuales, escasez de agua, residuos sólidos, ríos sucios y erosión del suelo que genera fuertes pérdidas de productividad agroalimentaria.
Pero también son significativos los problemas de salud como el sobrepeso y la obesidad, el cáncer, la diabetes y sus enfermedades asociadas que demandan importantes sumas en el presupuesto nacional.
Y, aunado a todo lo anterior, el mayor de todos los problemas es la inseguridad pública, en mucho, consecuencia de los preocupantes niveles de pobreza y desigualdad, así como de la ausencia de una educación que no prepara a la gente para la vida y el trabajo, una educación en la que los principales problemas y necesidades de las familias no se están incluyendo en los contenidos curriculares.
Todos estos problemas ya los eran desde hace décadas. No aparecieron en el 2018. En los últimos sexenios se han incrementado, lamentablemente, y no han distinguido colores partidistas; al revisar lo que han hecho todos los gobiernos no se encuentra a uno que en verdad haya trascendido.
Los grandes problemas nacionales no fueron creados en el sexenio de Morena, no son culpa de la administración que encabeza este partido. Los problemas ya estaban cuando llegaron, incluso algunos, como la inseguridad, se acrecentaron en los tres últimos sexenios.
Morena no es culpable de la pobreza ni de la inseguridad pública que tanto lastima la convivencia, la economía y, sobre todo, la tranquilidad de las familias.
Lo que amplios sectores cuestionan es el incumplimiento de promesas hechas a la ligera, sin ningún sustento ni conocimiento, utilizadas sólo para ganar la voluntad popular y, muchos de estos grupos han manifestado arrepentimiento prematuro.
No ha bajado la gasolina y no se ve para cuando pueda ocurrir, la inseguridad pública no se ha revertido. Se ha perdido mucho tiempo en echarle la culpa a administraciones pasadas y también se ha polarizado a la sociedad clasificándola entre fifís y chairos.
Por la forma en que ha conducido la administración, se observa un desmantelamiento de instituciones en nombre de la austeridad. Despedir personal que ha costado años formar y reducir los sueldos sólo conducen a la parálisis de las instancias encargadas de atender los problemas de los ciudadanos.
La aplicación clientelar del presupuesto privilegiando programas de carácter asistencial que, está probado, no desarrollan a la gente en detrimento del fomento productivo que permita generar riqueza, es una prueba del desconocimiento del problema o de la falta de interés de resolver lo que tanto se ha criticado.
La reducción del presupuesto destinado al campo que en 2019 bajó de 82 mil millones de pesos a sólo 66 mil millones, y en 2020 a 46 mil millones, muestra un desconocimiento extremo de las necesidades del sector agroalimentario en materia de servicios técnicos, sanidad, de inocuidad, mecanización y tecnificación, acopio y comercialización. No obstante a la nueva banca propuesta, el problema persiste.
Por este y varios casos de abandono presupuestal y ausencia de fondo en los grandes problemas es que me atrevo a señalar que Morena no es culpable de éstos, pero es responsable y no se ve la voluntad para asumir su responsabilidad histórica.