Durante los bochornosos hechos que se presentaron en el recinto legislativo durante la sesión de ayer miércoles, hubo golpes y empujones. Héctor Alonso no actuó solo, ingresó al Congreso acompañado por varios manifestantes, una de las personas que iba con él, era María Eugenia Ochoa, esposa ni más ni menos que de Abelardo Cuellar, el flamante secretario del Trabajo, el mismo que guarda silencio ante los 10 mil despidos que habrá en la burocracia estatal.

La esposa de Cuellar, María Eugenia Ochoa encabeza a “los chairos” que no quieren pagar el agua, y junto con Jorge Sosa Pérez, y el síndico suplente por la capital, Omar Jiménez Castro, respaldaron las agresiones de Héctor Alonso no solo a Gabriel Biestro, sino al personal que trabaja en el Congreso.

Así el matrimonio aplica la doble moral, por un lado el marido ya se olvidó de los despedidos de antes y los de ahora, para codearse con los líderes “fifí” de la CTM, y su esposa llama a la anarquía pidiendo que no se pague por el servicio de agua potable.

Al final ambos son parte de los privilegiados que viven de la gestión de amparos que generalmente pierden en los juzgados, pero ya cobraron a la gente más jodida, engañándola.

Ayer en el Congreso se iba a aprobar la reforma a la Ley del Agua para prohibir el corte del suministro a los usuarios del servicio doméstico que consuman hasta 500 litros por día, lo cual rebasa por mucho lo que establece la ONU para que viva una familia de cuatro integrantes que es de 200 litros diarios.

Sin embargo el movimiento de la esposa Cuellar exige que simplemente los poblanos no paguemos por el agua potable, drenaje ni alcantarillado y además que no se corten los servicios pese a los adeudos, en sí, vivir de a gratis.

La realidad es que el matrimonio está jugando las dos cartas, la disciplina del marido, siendo omiso a los despidos, mientras la esposa juega a ser una falsa oposición y viviendo de los movimientos sociales.

Alonso contra la prensa

De Héctor Alonso, qué se puede decir. Ayer el legislador olvidándose de que es una figura pública y un representante social fue a encarar a nuestro reportero Francisco Sánchez, pero cuando éste le cuestionó por qué permitió que “sus invitados (entre ellos Jorge Sosa)” humillaran a las mujeres que trabajan como policías en el Congreso, el diputado se lavó las manos y simplemente respondió “es un grosero y no soy responsable de él”.

Habría que ver si otros asistentes que estaban en la manifestación como Omar Jiménez Castro y Argelia Arriaga que están en la nómina del ayuntamiento pidieron permiso sin goce de sueldo para apuntalar las manifestaciones en el recinto legislativo.

¿Y el respeto al pleno?

Alguien tendrá que dar un manotazo en la mesa y realmente poner orden en el Pleno del Congreso porque al parecer a los diputados ya se les olvidó que se trata de un espacio donde deben conducirse con respeto.

Es cierto que deseamos escuchar fuerte y claro que defiendan sus posturas, los poblanos queremos, exigimos y nos merecemos debates de altura; todo esto enmarcado en el respeto. Para exponer sus argumentos no es necesario que azoten periódicos contra la tribuna, insulten a sus compañeras, pongan apodos a las diputadas o suelten palabras altisonantes. Tampoco que lleguen a los golpes como si el Congreso se pudiera utilizar como Arena.

No hay mejor manera de evitarlo que poner sanciones ejemplares. Y las estaremos esperando.