Para la 4T y su líder moral ha resultado imposible entender las medidas que el mundo ha tomado para contener los estragos que provoca el Coronavirus.

La cerrazón de Andrés Manuel López Obrador alcanza niveles demenciales.

Puedo entender la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México porque pese al daño económico y el retroceso que está determinación representa, es parte fundamental de su bandera de lucha contra la corrupción de pasados sexenios.

Al margen de la ridiculez en la que convirtieron la rifa —no rifa— del avión presidencial, la venta de los cachitos y su promoción permanente a través de las mañaneras, que se convierten en el más eficiente distractor, en medio de la crisis de inseguridad y económica que nos acecha.

Continuar con el inviable proyecto de la refinería de Dos Bocas en Tabasco pese a la brutal caída del precio del petróleo a 18 dólares el barril, puede sustentarse con la perorata basada en el histórico saqueo de PEMEX, justificando así la cancelación de la Reforma Energética.

Por absurdas que resulten, las decisiones del presidente tienen explicaciones políticas derivadas de la exitosa campaña que lo llevó a la presidencia.

Sin embargo, la negación de la crisis de salud por el brote del Covid-19 es un tema que rompe con todas las justificaciones con las cuales respalda sus caprichos.

La política de salud del gobierno mexicano, contrastando con la de los demás países va mucho más allá de una postura ideológica; está poniendo en peligro la vida de miles de mexicanos. Así de simple.

No haber limitado los vuelos provenientes de Europa y Estados Unidos es sólo parte del problema. Negarse a suspender actividades escolares es una más. No prever la compra de equipamiento para la atención especializada es otra. Continuar con los eventos públicos empezando con sus giras es otro tema que suma. Y así podemos seguir con la enorme lista de decisiones que se contraponen a cualquier medida que busque controlar la propagación del bicho.

El tema es muy simple. Los especialistas dicen que tarde o temprano todos nos vamos a contagiar. Pero si contenemos el contagio, los infectados que requieran de atención médica (30% de la población) no llegarán al mismo tiempo porque el sistema de salud se colapsaría. Sobre todo, considerando que sin la pandemia, México tiene un sistema de Salud rebasado, incapaz de atender a los enfermos.

Pero si, a diferencia la de la política de negación del problema, el gobierno decidiera tomar todas las medidas para controlar el contagio masivo, se logrará que el sector médico pueda atender de mejor manera a los enfermos graves.

Si los países con un sistema de salud avanzado como Italia, España y Estados Unidos no se dan abasto para atender a sus enfermos, si se repite el escenario, los números dicen que las camas de terapia intensiva en México no alcanzarán ni para atender al 10 por ciento de los enfermos. Simples matemáticas.

La decisión está en manos de López Obrador y su 4T. De él depende el destino de miles de personas, principalmente la de nuestros adultos mayores. Pero sobre todo, de sus omisiones, que pueden derivar en la peor catástrofe de salud en la historia de México.

Que en su conciencia recaiga.