Además del Coronavirus COVID19, la falta de agua, el reducido tratamiento de aguas residuales, las sequías recurrentes, la desaparición de acuíferos, la contaminación de ríos y mares con aguas negras y residuos sólidos, son parte importante de la lista de jinetes del Apocalipsis en este Día Mundial del Agua 2020.

Al igual que sucedió con el consumo de papel higiénico, algo similar está pasando con el agua de garrafón. La gente se aprovisionó de agua para la emergencia y compró también el envase. Esto provocó, según algunos proveedores, que en los próximos días no haya envases suficientes y seguramente eso incremente también su precio.

Al 2015, la cobertura nacional de agua entubada era de 95.3 por ciento según las Estadísticas del Agua en México, publicado por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA). No obstante, el Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL) reporta datos de cobertura solo del 52 al 53 por ciento.

Sin profundizar más en el tema ni polemizar sobre las cifras, es posible que se trate de la cobertura funcional. Hay infraestructura instalada pero no hay agua. El pozo o manantial se secó o disminuyó su disponibilidad. Los equipos de bombeo o las tuberías terminaron su vida útil. No se ha pagado la energía eléctrica o la concesión se venció.

La realidad es que no se cuenta con el agua necesaria para las necesidades básicas en muchas regiones del país. Ante la emergencia del COVID19, en muchos lugares tienen que decidir entre lavarse las manos, tomarla o usar el agua para otras necesidades.

La falta de agua entubada o la pérdida de confianza en el agua de la llave, derivó en el incremento del consumo de agua embotellada que ya supera los 45 mil millones de pesos anuales. La gente dejó de pagar el servicio de agua potable y gran parte lo destinó a comprar garrafones y botellas. La recaudación anual por servicio de agua en México sólo alcanza 17mil millones de pesos de un total aproximado de 50 mil millones.

Una situación similar ocurre con las aguas residuales. La cobertura de tratamiento, la infraestructura instalada, es del 63 por ciento. Hay capacidad para tratar 63 de cada 100 litros de aguas residuales. Sin embargo, solo están en funcionamiento cerca de la mitad de las plantas de tratamientos existentes. Los presupuestos municipales nunca han alcanzado para tratar aguas residuales.

Esto significa que casi 69 de cada 100 litros de aguas residuales están llegando a las barrancas y ríos sin ningún tratamiento. Y sin ningún rubor para quienes las generan, ni para los ciudadanos ni los gobernantes, de antes y de ahora.

El reto del sector hídrico  durante la emergencia del COVID19 es proveer del agua necesaria a la gente, que le permita cumplir con las recomendaciones sanitarias establecidas. Seguramente veremos muchas pipas repartiendo agua en estos días. Y una vez pasada la emergencia, los retos del futuro inmediato son:

1.- Garantizar el abasto suficiente de agua en cantidad y calidad para la población, mantener la convivencia y la gobernabilidad, especialmente cuando las comunidades tienen fuentes de agua compartidas.

2.- Desarrollar una sólida cultura del manejo, aprovechamiento y cuidado del agua, así como de los recursos naturales. Esta es una tarea pendiente de la escuela.

3.- Establecer políticas públicas para el saneamiento de las cuencas tanto en aguas residuales como en residuos sólidos para lograr ríos y playas limpias. Fomentar el reúso de aguas tratadas y el reciclaje de la basura.

4.- Implementar políticas de Reforestación más efectivas para recuperar la vegetación de las cuencas y la recarga natural de los manantiales y acuíferos, que regulen las inundaciones en las partes bajas para beneficio de los centros de población.

5.- Promover el máximo aprovechamiento de la lluvia a través de la agricultura de conservación en zonas de temporal que comprenden el 85 por ciento de las tierras de cultivo, para mejorar la productividad y garantizar la seguridad alimentaria de las familias más pobres.

6.- Impulsar con mayores apoyos el uso de energía solar para el bombeo de agua, que resuelva el problema de las altas tarifas existentes que hoy asfixian financieramente a los sistemas municipales y a las sociedades de riego agrícola.

7.- Apoyar la tecnificación del riego agrícola, el bombeo solar, la rehabilitación de canales y el entubamiento de presas de almacenamiento, para reducir los desperdicios de agua, mejorar la productividad agroalimentaria y disponer de volúmenes para uso público en centros de población.

8.- Aplicar programas de recarga artificial de acuíferos que reviertan la sobreexplotación y recuperen los volúmenes perdidos de agua de pozos y manantiales.

9.- Crear una política financiera del sector hídrico, como una prioridad del presupuesto nacional, que conjuntamente con la participación privada asegure recursos para que estados y municipios puedan cumplir con sus obligaciones constitucionales que han sido imposibles.

El agua es la base de la vida y la economía.