La desinformación encuentra campo fértil en la ignorancia, pero también en la buena fe de la gente que asume que contribuye al bien de su comunidad al dar luz verde a la perversidad de las noticias falsas.
Ejemplos hay interminables. Citaré uno que particularmente llamó la atención del autor de la Parabólica.mx por la inverosímil e insostenible y que sin embargo, alcanzó la viralización.
Hace dos semanas, cuando ya México se acercaba a la cresta de contagios de Coronavirus, un padre de familia compartió a través de WhatsApp un audio con la voz masculina de un desconocido con un contenido atroz.
Según la teoría conspiratoria del mensaje, existe una estrategia del gobierno -no dice cuál-, para matar a la gente que padece Covid-19, para lo cual el personal médico recibe una paga por esa iniciativa.
La desproporción, a la vista: los profesionales de la salud cuyo juramento hipocrático los distingue, sobre todo en esta emergencia sanitaria, reducidos a vulgares sicarios de grupos criminales.
“Les ofrecieron dinero a los doctores en todos los hospitales del gobierno, incluyendo el IMSS, el ISSSTE (...) y algunos doctores aceptaron ese dinero para asesinan a pacientes”.
El mensaje fue compartido en un grupo de padres de familia de niños en edad preescolar. Algunos lo tomaron con sensatez, otros dudaron de la veracidad... y otros lo compartieron. Punto para la estrategia de desinformar a partir del miedo. Así funciona el método.
No es el único caso, pero permite ilustrar para el ejemplo. El reto de informar sobre bases sólidas, científicas, estadísticas y matemáticas sobre la pandemia es de grandes proporciones.
La pregunta es siempre la misma: de dónde salen esos mensajes cuyo último fin es el de sembrar la duda, desconfianza e incertidumbre?
Una sociedad temerosa, presa del miedo y la zozobra es más fácilmente manipulable. Es una hipótesis que ha sido largamente documentada desde los tiempos del máximo exponente de las fake news en la era moderna: Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda del Tercer Reich en la Alemania de Adolfo Hitler.
En México existe una clase política mustia y carroñera dedicada de tiempo completo a diseminar ese tipo de mensajes con claros fines de división en momentos en que la humanidad entera enfrenta el más grande desafío para la especie como la preservación misma.
Suele servirse de un conjunto de asesores y creativos para echar a andar la maquinaria generadora del miedo. Invierten dinero, tiempo y esfuerzos. No importa color, ideología o credo, son parecidos todos.
A la sociedad le corresponde demandar información auténtica, sustentada en variables palpables, medibles y confiables, y en el otro extremo, a los medios conducirse sobre principios deontológicos, éticos y transparentes.
Intentar regular fuentes de información en la era digital abre la posibilidad a tentaciones autoritarias. Siempre será más recomendable fortalecer medios que se conduzcan bajo parámetros éticos y comprometidos con sus lectores y audiencias.
Los rituales de las aves carroñeras, como en este periodo de pandemia, siempre serán identificados.