En años de ejercicio, el autor de la Parabólica ha sido perseguido, acosado y despedido de diversas fuentes de trabajo. La relación contractual ha terminado por presiones ajenas, incluso contra la voluntad de la parte patronal, no por ineficaz o falto de profesionalismo.

El oficio que abraza este reportero ha dado satisfacciones profesionales que reposan en la intimidad por la convicción de no ser noticia sino portador de ella. El reflector no debe apuntar al mensajero, distrae y resta escrutinio a lo esencial. La ética del buen periodismo debe ser así.

También ha habido penurias e incertidumbres personales y familiares. Reportear en la calle y escenarios de conflicto implica algo más de riesgo que hacerlo en la mesa del café y los pasillos del poder.

Los factores de poder riñen sistemáticamente con el trabajo de investigación periodística y lo hacen saber constantemente; enojos y amenazas han llegado siempre puntuales.

Por siete meses, Segob decidió imponer medidas cautelares para proteger la integridad personal y familiar luego de haber revelado la trama política sobre el episodio de violencia en la jornada electoral de 2018. La mayoría de los implicados, como “El Grillo”, cayeron en prisión.

El episodio de mayor riesgo ocurrió en la primera mitad de la década del 2000, tras publicar el documental sobre la operación de la trata: padrotes y chichifos en Tenancingo, Tlaxcala, que generaban utilidades equiparables a las del narco en México.

Los dueños del dinero, la fe, la política que medran en los sótanos han pasado factura siempre en detrimento de la seguridad personal y patrimonial. En casa, muchos de nuestros afectos han tomado nota de esos trances de zozobra.

De ello sabe un grupo interdisciplinario del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) que presentará en la Conferencia Mundial de Libertad de Prensa el 18 y 20 de octubre en La Haya en los Países Bajos el trabajo:  The Triple Siege: Threats and Vulnerabilities of Mexican Journalims (Triple asedio: amenazas y vulnerabilidades del periodismo mexicano).

Además de los riegos personales del oficio, en medio de intereses creados más allá de generar contenidos de utilidad legítima, está la ausencia de una ley de publicidad gubernamental que privilegie prestigios, audiencias, tráfico en internet y número de lectores, dije.

En las últimas semanas el trabajo del reportero y de mi equipo ha estado en la conversación pública, entre colegas, redes y columnas. El dato preciso ha sido suplantado por la teoría; por sobre el trabajo publicado, la interpretación subjetiva.

¿Por qué seguir en una profesión habitualmente mal pagada, llena de intereses ilegítimos y plagada de riesgos? Pasión por el oficio, aportar elementos que permitan una mejor comprensión de las imperfecciones de una sociedad como la mexicana, respondí al grupo que va a La Haya a exponer los retos de los reporteros que hacemos trabajo todo terreno.