De acuerdo con Stephen Covey, en su libro El Líder Interior, solo tenemos una oportunidad de formar a nuestros jóvenes para un futuro incierto que nadie puede predecir. Y se pregunta ¿qué estamos haciendo con esa oportunidad?

Según registros oficiales, la matrícula total del Sistema Educativo Mexicano en el ciclo escolar 2019-2020 es de 36.6 millones de estudiantes, atendidos en 265 mil escuelas por 2.1 millones de profesores.

Aproximadamente, 222 mil 350 son escuelas de educación básica, 5 mil 660 son escuelas de capacitación para el trabajo, 14 mil 103 son de educación media superior y 4 mil 228 son escuelas de educación superior. Del total de estas, más de 20 mil están ubicadas en el medio rural con su respectiva parcela escolar.

El Sistema Nacional de Investigadores (SIN), dependiente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), cuenta con más de 14 mil investigadores, cifra a la que hay que restar aquellos que se dedican a la biotecnología, porque por estos días es posible que se elimine esa área al no ser considerada prioritaria para el país por la 4t.

No obstante, esta gran riqueza humana, infraestructura, biodiversidad y cuantiosos recursos del presupuesto nacional a la educación, los principales problemas nacionales siguen siendo la pobreza, la baja productividad de las actividades económicas, la desnutrición, la obesidad, el sobrepeso, el deterioro de los recursos naturales, la contaminación ambiental, la inseguridad pública y ciertamente la corrupción de anteriores y actuales gobiernos.

Hoy, la pandemia de COVID-19, además de la lamentable pérdida de vidas humanas que hoy supera ya la cifra de 75 mil mexicanos, está dejando grandes pérdidas a la economía que ya, desde antes de su inicio, estaba muy mermada.

La pobreza, según los expertos, se ha duplicado en México al pasar de 5 millones de familias a más de 10 millones.

Tradicionalmente, la política pública nacional ha estado orientada hacia la implementación de programas asistenciales, hacia la atención del bienestar de la población para cubrir necesidades y deseos de corto plazo con una lógica francamente electoral de propios y ajenos. Muy lejos ha quedado la atención al fomento productivo generador de riqueza duradera. Una transición gradual y equilibrada en este aspecto se ve casi imposible actualmente.

La Cámara de Diputados, encargada de aprobar el presupuesto nacional a propuesta del ejecutivo federal, no cuenta con un modelo definido porque se abandonó la planeación hace ya varias décadas. Aquella frase de que “el ejecutivo propone y el legislativo dispone” es solo una falsa ilusión, más ahora donde el ejecutivo propone y dispone.

En el ámbito educativo, ya hemos comentado las tareas pendientes que la escuela tiene. No hay educación alimentaria, financiera, ambiental ni educación para la vida y el trabajo no obstante las más de 5 mil 660 escuelas existentes.

No existe una relación entre los problemas nacionales y los contenidos educativos; los problemas de las familias más pobres y de los sectores productivos micro, pequeños y medianos no están incluidos en la currícula educativa nacional. La formación agronómica no considera al minifundio ni las áreas de temporal que son más del 80 por ciento del sector agropecuario mexicano.

Más grave aún es que nos hemos esforzado en formar profesionistas y no en la formación de líderes. Se le ha dado mucha importancia a los contenidos teóricos y muy reducida atención a la práctica, porque esta última requiere de mayores inversiones, trabajo y experiencia de los profesores.

En 1940 se instituyó la Parcela Escolar como una política nacional y, a partir de ese año, se formalizó la práctica, esto es, que las escuelas rurales contaran con una parcela que se destinara para la enseñanza de las actividades agrícolas y contribuyera con las necesidades materiales de la escuela. Hoy, esta política es letra muerta que a nadie importa en las más de 20 mil escuelas rurales del país.

Las parcelas escolares, los proyectos demostrativos internos o externos a la escuela, los casos comunitarios de éxito y su socialización entre los alumnos, son el camino para formar líderes en lugar de solo profesionistas.

La vinculación y atención de los problemas de las comunidades de origen por los estudiantes, son fundamentales para luego resolver los problemas del mundo. Esta vinculación no es mucho pedir, solo hay que orientar al estudiante y darle las facilidades básicas.

El Sistema Educativo Nacional tiene en las aulas a 36 millones de potenciales líderes mexicanos. Junto con el Sistema Nacional de Investigadores tiene ante sí la gran responsabilidad de resolver los principales problemas nacionales o por lo menos de formar a los líderes que puedan lograrlo.

Y, sin amargura, hay que reconocer que nuestras generaciones no han podido o querido hacerlo porque nos han faltado líderes.