No existe un solo ser humano que no tenga la tentación de sentirse importante por la posesión o consecución de pequeños o grandes bienes, pequeños o grandes logros o, de habilidades, aptitudes y virtudes.

Más aún, si consideramos que según los estudios de Denis Waitley referidos en su libro Para ser el Mejor, 9 de cada 10 personas en el mundo están compitiendo contra los demás.

Estas circunstancias, conducen invariablemente a cometer muchos errores conductuales en donde los principales casi siempre son inconscientes. Uno no se da cuenta porque no nos podemos ver a sí mismos, y se agravan cuando hay ausencia de inteligencia emocional que, según Alberto Briceño (2004), “es la capacidad de sentir, entender y controlar emociones propias y ajenas”.

Casi no existe en el mundo quien tenga el valor de comentarte tus errores o defectos, porque a nadie le gusta que le digan en lo que está mal. Muy pocos tienen la capacidad de escuchar pacientemente sus cosas negativas sin enojarse y, mucho menos, agradecer que se las digan y señalen.

No se puede cambiar a una persona, tan solo intentarlo es un gran despropósito porque cambiar es una decisión personal. Solo se puede ayudar a mejorar a quien quiere cambiar y transformarse en una mejor versión de sí mismo, como lo exponen Goldsmith y Reiter en su libro Un Nuevo Impulso, y John Maxwell, en Las 21 Leyes irrefutables del Liderazgo

Había yo terminado la carrera de Ingeniero Agrónomo, en la Universidad Autónoma Chapingo (UACH), e inmediatamente fui invitado a ser profesor en la misma, hechos que por sí solos hacían que me sintiera” el ombligo del mundo”.

Tres años más tarde, fui nombrado Jefe del Departamento de Empresas Agropecuarias de la misma universidad, mi primer cargo importante después de Profesor-Investigador, lo cual generó una mayor transformación personal. Muchas veces uno piensa que es por capacidad y se olvida de los impulsos recibidos. Ese es un error muy común en las carreras políticas.

Habían pasado apenas tres meses y un día, con gran valor, la secretaria del titular me  dijo: “apenas llevas tres meses en el cargo y ya caminas, hablas y truenas los dedos como el Director General, muchos de tus compañeros ya te dicen el directorcito”.

Después de escuchar y luego reflexionar esto, concluí que todo era cierto; agradecí el hecho y, desde entonces, adopté una forma mesurada de comportamiento. Desarrollé la capacidad de escuchar y de observar, incrementé mi capacidad de reconocer a los demás. Sabedor de que todos somos diferentes y todos somos buenos en algo, también dejé de competir contra los demás y decidí competir solo contra mí.

Supe a temprana edad que nada es tuyo hasta que no lo tienes en la mano, que no se te pueden quemar las habas y empezar a querer tomar decisiones cuando aún no has llegado.

Que no puedes decir este arroz ya coció porque puede que se te queme o quede aguado; y que no pueden hacerse planes con “potro en panza de yegua”, según la sabiduría popular

Todo lo anterior viene a cuento porque se ha iniciado en el país un nuevo proceso electoral en donde se elegirán 21 mil 368 cargos en los tres órdenes de gobierno, que culminará el 6 de junio del 2021.

Cada gobernante y representante popular debe saber que el poder es para servir a la gente, ayudar a resolver sus principales problemas y reclamos, haciendo un equilibrio entre los deseos y las necesidades, atendiendo lo urgente sin dejar de lado lo importante.

En el poder ejecutivo solo existen tres opciones viables: hacer un Buen Gobierno, el cual se logra con atender las principales necesidades y la seguridad pública; hacer un Gran Gobierno atendiendo la seguridad e impulsando el desarrollo económico; y, la mejor opción, dejar un Legado de servicio que se recuerde muchos años después de dejar el cargo, que cambie las estadísticas y no muera con el siguiente gobernante.

Se requieren gobernantes que no tengan obsesión por corregir el pasado, revisen lo realizado, tomen lo bueno y modifiquen lo que no funcionó, pero que no lo hagan con odio, porque eso no los hará mejores gobernantes.

No quiero ponerlos a estudiar, pero un líder que no lee deja de dirigir. Por eso comparto con todos los actuales gobernantes y con todos los futuros candidatos a cargos públicos este título: Manual Hindú del Buen Gobernante, de Firdaus Jhabvala, editorial Transfondo y Centro de Estudios de Investigaciones del Sureste.

Espero que sea de utilidad para revalorar y dignificar la política que tanta falta hace en Puebla y México.

¡Y, muchas felicidades a todos los músicos en su día!