Está por cumplirse la primera semana de que un grupo de feministas tomó el Congreso y logró lo que 41 diputados no hicieron en más de dos años: poner en la agenda social la discusión sobre la despenalización del aborto en Puebla.

Ayer domingo, ciudadanos en contra de la interrupción del embarazo y a favor, se manifestaron pacíficamente con globos, pancartas, claxonazos, canticos, gritos y coreografías para reventarle en la cara el mensaje a los diputados: es tiempo de discutir el tema.

Más allá de la cantidad de personas que participó en cada protesta o de las creatividades de cada grupo, lo importante es que los poblanos están gritando en las calles, lo que Gabriel Biestro intenta silenciar desde el interior del Congreso.

 

 

 

Podemos discutir si es o no válido que los grupos asociados a los pañuelos azules utilicen a niños y niñas para sujetar aberrantes pancartas con fetos muertos o si las mujeres asociadas a los pañuelos verdes pueden colocar escaleras para entrar por las ventanas del Congreso ante la orden de Biestro Medinilla de cerrarles las puertas; sin embargo, mientras lo hacemos, las poblanas siguen viajando a la Ciudad de México para realizarse una práctica médica que aquí las llevaría a la cárcel.

Es válido, necesario y hasta urgente, que comiencen los foros, que se escuchen todas las voces, que se informe de los pros y contras, que se atienda ya la discusión que han postergado por años y que, a decir del presidente del Congreso, podría arrancar hasta enero del próximo año… si los tiempos electorales se lo permiten, claro está.

La toma del Poder Legislativo que comenzó como un evento simbólico comienza a tener repercusiones nacionales. En Quintana Roo, mujeres se encuentran en plantón afuera de su Congreso y colocaron una antimonumenta, a este paso, en breve otros estados replicarán las acciones y una vez más, la bomba que no han logrado desactivar, estallará en las manos del gobernador, Miguel Barbosa.

Tribuna y la verdad tras sus despidos

Hace unas semanas, publiqué el maltrato laboral que sufrió cuando menos una docena de extrabajadores de Grupo Tribuna.

La semana pasada, su directora Ana Montero concedió una entrevista a un medio digital para afirmar que fueron “sólo” 14 los despedidos y que todos ellos serán liquidados al cien por ciento y con las prestaciones de ley.

Todo estaría perfecto, salvo que este columnista tiene en sus manos una docena de demandas por despido injustificado, sin que ninguno de los actores haya tenido contacto con la empresa para recibir esa supuesta liquidación.

Es una pena que mienta, sobre todo tratándose de trabajadores que en su momento lo dieron todo a este grupo radiofónico en los tiempos de oro de mi admirado Enrique Montero Ponce.

Espero que Ana deje a un lado las mentiras, para cerrar con hechos este oscuro capítulo que mancha la extraordinaria trayectoria del periodista más importante que haya pasado por Puebla.

Veremos y diremos.