Sapo, chiva, soplón, rajón, traidor, o cómo quiera usted llamarle, Eduardo Tovilla Lara se ha convertido en la pieza clave para que la Fiscalía General del Estado encuentre la ruta del dinero y de la corrupción de la administración morenovallista.
Sin ser legalmente reconocido como un testigo colaborador o testigo protegido, Tovilla se ha transformado en un soplón “voluntario” para despepitar todo sobre los procesos que se siguen en contra de los funcionarios morenovallistas que se presume, se enriquecieron de manera ilícita a través del desvío de recursos públicos durante la administración de Rafael.
Para quienes no conocen la relevancia de este personaje al interior del grupo del extinto gobernador, hay que decir que fue el poderoso subsecretario de egresos. Por la firma autógrafa de Tovilla Lara, pasaban todas las salidas de dinero, que incluía pagos a proveedores, constructores y el traslado de dinero a las demás dependencias.
Digamos que Eduardo Tovilla se ha convertido en los hechos, en el Emilio Lozoya de Puebla, con la diferencia de que el morenovallista no cuenta con la figura legal de ser testigo colaborador, con todos los beneficios jurídicos que está representa.
Tovilla decidió por “voluntad propia” colaborar de manera económica, a cambio de que no lo involucren en las investigaciones en contra del grupo al que él perteneció.
En sentido real, está empinando a todos sus “amigos” a cambio de salvar su propio pellejo.
Créanme que con lo que sabe Tovilla Lara, deben temblar todos los miembros de la burbuja morenovallista, porque él era el hombre de las maletas. Si alguien sabe a dónde fueron a parar, es él y nadie más.
Sí bien es cierto que Moreno Valle no ponía todos los huevos en una misma canasta, también es un hecho que a esas canastas los huevos llegaban siempre a través de Luis Tovilla. De nadie más.
Por increíble que parezca, el hombre que movió carretadas y carretadas de billetes durante el sexenio de Moreno Valle y que fue durante unos cuantos días el Secretario de Finanzas de Martha Érika Alonso, es el soplón que a cambio de salir ileso, empina desde la clandestinidad a sus viejos cómplices.
Ver para creer.
La violencia innecesaria de Liza
Entre las facultades que tienen el Congreso y sus comisiones, está la de llamar a comparecer a un funcionario público ya sea para que presente un informe de actividades o aclare dudas sobre sus actos.
Si bien, el citatorio para la presidenta municipal Claudia Rivera Vivanco muestra tintes políticos y forma parte de la guerra por el 2021, los funcionarios municipales no pueden perder la cabeza y llegar con una actitud beligerante ante los integrantes de la Comisión Inspectora.
Ayer el caso de la secretaria general Liza Aceves fue bochornoso. En lugar de presentarse con un discurso mediador que abonara a favor de su jefa, prácticamente fue a retar a los diputados, ignorando que su actitud sería el motivo para que el asunto escalara y sea ahora la Auditoría Superior del Estado quien haga las revisiones.
Es obvio que el encargo será que la ASE practique una auditoría especial al Ayuntamiento de Puebla, donde se habrá de buscar hasta el más mínimo detalle.
Para la comparecencia de ayer, a la presidenta municipal Claudia Rivera, se le habían hecho llegar todas las preguntas de los temas que importaban a los diputados como la adquisición y devolución de los ventiladores mecánicos, la compra de juguetes, la contratación de una empresa de servicio de limpia, entre otros.
Así pues, bastaba con que los funcionarios municipales hubieran llegado con carpetas con cientos de hojas y entregarlas y el caso quedaría listo, pero la actitud no abonó a la conciliación.
La alcaldesa no es la primera que ha sido llamada a cuentas por los diputados. Al presidente del Tribunal Superior, Héctor Sánchez, se le pidió estar en una mesa de trabajo, y lo que hizo además de participar, fue entregar información. En otro caso, Gilberto Higuera Bernal, fiscal general hizo lo mismo. También podemos enlistar el caso del secretario de movilidad y transporte, Guillermo Aréchiga.
En resumen, la funcionaria municipal le hizo un flaco favor a Rivera Vivanco, cuando lo mejor era actuar con cabeza fría y no pensar que estaba en una sesión de cabildo, pues la secretaría general quiso poner las condiciones y terminó perdiendo.
Al final la guerra continúa y habrá más capítulos de los que le estaremos dando cuenta.