Quiero creer que estoy aquí, en esta vida, por algún motivo. Un motivo que duerme dentro de mi desconocido cerebro, que con altanería absurda, lucha contra mi corazón. Para mis orgullosas neuronas, tener siempre la razón y mostrar inmaculada superioridad para su gloria es lo único que cuenta. Obviamente lo importante es “brillar" por encima de los demás a como dé lugar. Mi paquete neuronal no soporta la crítica, ni un solo comentario que vaya en contra de su sabiduría… !Ah!, el ego, ese ego que nos pone en contra de la armonía con uno mismo.   

Así es, por ejemplo: Si le das un coscorrón a tu hijo, y además no lo bajas de tarado y necio porque volvió a ensuciar su pantalón con tinta, tu cerebro te dirá: “tienes toda la razón, ya se lo habías advertido antes”, pero si esto mismo se lo preguntas a tu corazón, la respuesta será distinta. Te hará ver que actuaste injustamente porque realmente, desconoces las emociones, razonamientos y percepciones de tu hijo y la de las personas que te rodean a pesar de lo que te diga tu cerebro.

No se trata de hacer juicios, críticas y reproches que siempre serán injustos, se trata de algo más simple: se trata de comprender libre de prejuicios… con el corazón.