Terminada la Segunda Guerra Mundial la reactivación de la ganadería internacional puso en jaque a México por malas decisiones administrativas y sanitarias; éstas peligrosamente parecen repetirse y Puebla queda a la mitad del trance.

Desde hace medio siglo el negocio cárnico se divide entre Brasil y Estados Unidos y sus conglomerados industriales. Nombres como Tyson o Cargill pueden sonar familiares mientras que SYSCO o JBS puedan no decir nada.

En 1945 el interés de Brasil de exportar vía México ganado cebú, vacas tropicales con característica joroba, se topó con el miedo de USA a la fiebre aftosa, enfermedad vírica de gran transmisión. Veracruz quedó como colchón sanitario entre esas negociaciones. Un año después el cambio de Ávila Camacho a Miguel Alemán, primer presidente civil, fomentó el desarrollo económico y promovió un nuevo embarque para abril del 46. La carambola fue brutal.

Para septiembre en Boca del Río se detecta un primer brote. En diciembre el virus está en la frontera con Estados Unidos. Cuatro meses después se crea una Comisión Binacional y se instaura el rifle sanitario, buscar y matar a todo animal presuntamente enfermo; se sacrifican 1,500,000 animales para finales de ese año.

En Michoacán Teodora Medina se va presa por comenzar un linchamiento, tras darle un garrotazo a un doctor, que cobró la vida de siete soldados del comité inspector sanitario. El campo mexicano de esa época, de inmensa dependencia de las yuntas y el poder animal para trabajar la tierra, sufrió un abandono que llevó a crisis alimentarias y especulaciones.

Ante el nulo avance para detener la enfermedad el estado tomó la inteligente idea de vacunar en vez de masacrar el ganado nacional, fomentando la creación de colegios de veterinarios y el gobierno encargado de la vigilancia de salud animal.

Desde 1955 la fiebre aftosa ha sido controlada y, junto a comités binacionales que controlan otros parámetros, ha permitido generar zonas del país que pueden exportar ganado vivo al mercado estadounidense y aprovechar el pago en dólares. Hasta abril pasado.

Uno de un millón 418 mil

El SENASICA (Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria) previene de plagas y enfermedades agropecuarias, aunque sus capacidades se han visto reducidas ante el austericidio nacional.

De un año a otro casi 300 MDP de presupuesto recortado. Tomaron sus laboratorios a favor de BIRMEX y los mandaron a compartir con INIFAP. Fueron relocalizadas sus oficinas, no a Cd. Obregón en el plan de descentralización de la 4T, pero a compartir oficinas en plena Colonia Hipódromo. Pudiera sonar todo menor si no estuviese el boquete de más de 800 MDP, -22%, del Programa de Sanidad e Inocuidad Alimentaria, que ellos coordinan junto a las entidades.

La sanidad animal es negro o blanco. USA encontró tuberculosis en 1 animal de casi 1.5 millones enviados en 2020, y les cerró la puerta a once regiones de México.

Puebla tiene 45 municipios de la Sierra Norte y Oriental clasificados como libres de tuberculosis y brucelosis, en una zona con SLP, Hidalgo, y Veracruz conocida como Región Huasteca, que pueden exportar a Estados Unidos. No fueron afectados esta vez, pero la espada se balancea cada vez más. La falta de inversiones concurrentes por el estado y la capacidad disminuida de un personal reducido a su mínimo harán un eco en la entidad de las acciones federales que esperemos no tener que narrar.

Y si le parece que la calidad de la carne es un tema alejado de usted, lamentablemente tiene razón.

El rastro de la capital perdió su certificación TIF y opera sin asegurar condiciones sanitarias. Tehuacán, con más de diez reportes mensuales de mataderos ilegales, tuvo un caso confirmado de tuberculosis el mes pasado. El rastro de San Pedro Cholula lleva más de un año cerrado. Se estima que entre 60 y 85% de la carne que se consume en el estado viene de mataderos clandestinos.

En la paradoja, los centros de matanza deberían de ser el inicio de las luchas por la dignidad animal en Puebla, no el socavón.