La inseguridad en Puebla capital, como en el estado y en el resto del país cada día cobra nuevas víctimas y lejos de que las autoridades presenten estrategias efectivas para contener los homicidios dolosos, pareciera que sólo nos entregan falsas esperanzas.

El pasado 6 de junio cuando los capitalinos votamos por un cambio de rumbo, decidimos que las actuales autoridades municipales no nos brindan la seguridad que exigimos ni en las calles ni en el transporte público ni en nuestras casas.

No podría decirlo con exactitud pero tengo claro que el miedo y los índices de violencia que hoy tenemos en la capital –que están muy por encima del número de denuncias oficiales- iniciaron hace muchos años, en otros trienios, sin embargo, tras tres años de gestión no pueden lavarse las manos.

Fue esta administración municipal la que prometió un cambio y en ese cambio, claro está, la inseguridad era el primer reclamo. Una demanda que como ya se dijo no se ha logrado aminorar.

Es momento de que las autoridades electas comiencen a trabajar en los planes que deberán implementar desde el día uno de su gobierno.

De una estrategia eficiente y de sus resultados depende no sólo su futuro político, si no también, la vida de miles de capitalinos que cada noche cierran los ojos sin tener la certeza de que al despertar estarán sanos y salvos; o vivos por lo menos.

La realidad es que hoy vivimos en tierra de nadie y en donde la impunidad impera a grados nunca antes vistos.

Basta de promesas, nuestros gobernantes no pueden seguir trabajando con esa indolente incapacidad, mientras nosotros contamos y lloramos a nuestros muertos.

Cuando otro amigo se va….

Conocí al Doctor Alberto Vázquez Benítez, él desde el biombo de la Plaza de Toros el Relicario donde fungía como Juez de Plaza y yo desde el burladero de transmisiones de Radio Tribuna desde donde hacía la crónica de las corridas.

Una tarde en la que diferí de las decisiones tomadas en donde consideré había sido injusto al medir la actuación de un torero, discutí con él al terminar el festejo.

Siempre caballero, escuchó y respetó mi crítica. Fue la primera de muchas, que tras tantas diferencias, dieron pie al inicio de una amistad a prueba de todo, hasta de las pasiones que desborda la fiesta brava.

Incansable, el doctor Vázquez combinaba su amada profesión médica, con la otra que tanto quiso, ser Juez en muchas plazas de México.

En aquel entonces yo recorría muchos de los cosos de México, en mi papel de cronista de la Cervecería Superior y él lo hacía en el de la máxima autoridad taurina.

Era escenario común encontrarnos después del sorteo en los restaurantes de las plazas de Orizaba, Huamantla, Tlaxcala, Apizaco, Teziutlán y muchas otras en las que charlábamos de toros para hacer ligera la espera.

En los años del morenovallismo dejó de ser invitado como Juez en el Relicario. No sé qué le provocaba más nostalgia, si sus recuerdos como médico en el Hospital General o los vividos desde lo alto de las plazas otorgando o negando los premios a los de seda y oro.

Hace unos años, me invitó a presentar un libro que rememoraba sus andanzas por un pueblo colombiano en donde hizo labor social como médico. Ah porque escribir era otra de sus grandes pasiones. De ahí que haya escrito una serie de libros, en donde lo mismo dedicó tinta a la tauromaquia, que a la medicina y a la historia de la Puebla a la que tanto quería.

Sin embargo, algo en lo que quienes lo conocieron coincidirán, es que de entre sus grandes motivos de vida, el que le reconfortaba era el ayudar a todo aquel que lo necesitaba.

En Intolerancia Diario fuimos testigos y también beneficiarios de muchas de esas acciones.

Ayer perdimos a un extraordinario columnista, pero más que eso, perdimos a un amigo entrañable.

Descansa Doc., aquí te recordaremos.