Como un absoluto despropósito distinguía Carmen Aristegui al bizarro ejercicio de comunicación del miércoles pasado, donde López Obrador desmentiría a aquellos que difundan, a su decir, fake news. Con 600 mil espectadores promedio la Mañanera, y su nuevo espacio dado a la poblana García Vilchis “Quién es quién en las mentiras de la semana”, el desequilibrio de fuerzas es evidente.

Y es que la intentona de incidir en la narrativa nacional desde la máxima tribuna va contra cualquier noción de comunicación democrática con el poderío de la estructura presidencial. Por supuestos medios y quienes comunican deben estar sometidos al escrutinio, ser desmentidos y rectificados por las vías adecuadas. Sin embargo, la zarina anti fake news nos recordó algo importante. 

La réplica vacía, que hormiguea por el piso, conserva su naturaleza rastrera y obedece los juegos de la brida puestas las anteojeras.

Los bufonescos premios "Pinocho de la semana” y “Medalla al nado sincronizado” mostraron una administración donde domina la ocurrencia y no se dimensiona la seriedad de ser el gobierno de 130 millones de mexicanos.

Quién es quién de los precios tiene historia propia. Creado en 1977 ha permitido monitorear los precios de la canasta básica de la mano del Sistema Nacional de Información al Consumidor. Actualmente permite consultar costos al menudeo de más de 2 mil productos. 

Ya también ha servido como garrote. Las reformas al quién es quién en los Créditos a Pagos Fijos y el Envío de Dinero, durante la administración de Peña Nieto tenía claros objetivos.

Este acto tuvo debut en esta administración con el extitular de la PROFECO, Ricardo Sheffield, quien renunció buscando la alcaldía de León por Morena. Tras perder estrepitosamente abandonó Guanajuato, por una demanda civil con el fiscal estatal. Aquel que en un agarrón de Twitter le dijo al gobernador Barbosa que ya sufre de demencia.

Así, hace más de un año, el acto se unió al show presidencial como un refrito. El reparto de refresco, con guión 4T y a beneficio de sus narrativas, fue ecléctico: quién es quién Pipas de Agua, Gasolineras, Canasta Básica y Servicios Funerarios.

La canasta analiza: maíz blanco, tortilla (autoservicio y tortillerías), frijol (pinto y negro), huevo (blanco y rojo), azúcar (refinada y estándar) y harina de maíz (Minsa y Maseca). Segmentaciones por tipos de producto, menos la última, compañías.

Minsa, hija privatizada de una filial Conasupo, y Maseca, heredera del tesón regiomontano, forman el duopolio de la harina de maíz.

El método tradicional de nixtamalización, cocer granos de maíz con cal para producir masa, va perdiendo rápidamente el 65% de mercado que ostentaba hace menos de cinco años ante los beneficios de producir con harina.

Es, sobre todo y como casi todo, economía. Produces 1.7 kilos de tortilla por kilo de harina, contra 1.4 al nixtamalizar. Usar harinas requiere 1/3 menos de agua y 40% menos de energía. Todos los insumos con feroces incrementos en año y medio por paridad cambiaria, inflación y decisiones administrativas.

Minsa y Maseca, transnacionales y cotizantes en bolsa, decidieron subir el precio (+$700/tonelada) en noviembre pasado. Las súplicas de la Secretaría de Economía lo lograron contener hasta febrero. La intervención del presidente logró aplazarlo hasta hace unos días.

El incremento por tonelada, que en algunos lugares se implementó desde noviembre, llegó a +$1,500. La mañanera del viernes nos muestra que las ideas se están acabando, se anunció buscar un precio máximo al gas y abrir la importación al maíz amarillo. La inflación terminará reventando cualquier planeación hecha con las rodillas que no se coman los especuladores antes. La tortilla es un ejemplo de la innecesaria fantasía de autosuficiencia en alimentos y energéticos. 

El Ejecutivo es la principal víctima de la infodemia, rodeado de zalameras noticias quiméricas que le hacen creer que todo va bien en el campo, mientras una trasnochada visión de industrias y mercados desangran los bolsillos más marginados.