El proceso del desafuero en contra del diputado por Morena, Saúl Huerta, todavía tiene muchos obstáculos que brincar antes de que realmente se pueda decir que la justicia podría ir a detenerlo, son tantos los requisitos que aún se deben cumplir que con toda la calma del mundo, el acusado por abuso sexual de menores tiene tiempo de elegir a dónde desea pasar su exilio.
De entrada se tiene que aprobar un periodo extraordinario en el Congreso de la Unión, después lograr que dos terceras partes voten a favor del famoso desafuero y finalmente hacer los trámites para que se concrete.
Como verá, la burocracia permitirá que sin prisa alguna, Saúl Huerta pueda hacer las maletas, vender propiedades, transferir recursos o hasta vacacionar antes de que sea buscado.
Y de la detención ya ni hablamos.
Ayer mismo se lo decía, es más probable que al hombre que fue detenido dentro de un hotel de la Ciudad de México termine su periodo y hasta le de tiempo de cobrar su bono antes de que la justicia lo ponga tras las rejas.
Y eso que el escándalo sí golpeó las preferencias electorales de Morena, tanto así que ese distrito lo perdió. Aún así se nota que a los legisladores federales les importa proteger a uno de los suyos antes que permitir que la justicia se imparta.
El caso del diputado Mauricio Toledo será un segundo tema que aborden los diputados, claro está, si primero pasa el desafuero de Huerta Corona, así que no se sorprenda si llegamos a octubre y seguimos con lo mismo.
Los otros muertos de AMLO
Una vez más el presidente intentó esquivar la realidad y sostuvo que tiene “otros datos” respecto al número de homicidios violentos que se han registrado en el país durante el último año.
La frase, que más que chistosa es trágica, nos refleja la incapacidad del mandatario de reconocer lo que a todas luces es una realidad: México está sumergido en la violencia.
No importa cuántas veces lo niegue o que el conteo de los muertos sea realizado por su propio gobierno –con los riesgos que eso implica-, para el presidente las cosas en el país van bien, “ya no hay” masacres, los delincuentes “se portaron bien” y el crimen organizado sólo está presente en tres cárteles.
Con esa radiografía su frase de “abrazos no balazos” pareciera acorde, sin embargo, la terca realidad nos escupe diariamente en las calles a más de 75 personas asesinadas en el país.
De continuar con la tendencia actual de inseguridad, su sexenio será por mucho, el más violento de los últimos años, incluso superará a su némesis Felipe Calderón, a quien tantas veces le ha recriminado que haya iniciado una guerra contra el narco que enlutó a miles de familias mexicanas.
Diga lo que diga Andrés Manuel, sus muertos se acumulan. Las víctimas de una pandemia mortalmente gestionada se suman a quienes murieron como consecuencia de la inseguridad del país y si volteamos tantito, también podemos agregar en ese listado los niños y las personas que han muerto en estos dos últimos años ante la falta de medicamentos.
Un cóctel que refleja con vidas, la ineptitud de un gobierno improvisado donde importan más “los otros datos” que la terrible realidad del país.