En Puebla, las industrias de la caña y el textil fueron la fuente de riqueza del siglo XX. La terna textiles-cine-azúcar que volvió a Williams Jenkins el mexicano y poblano, aunque gringo y de Tennessee, más rico del país del siglo pasado, tuvo su boom en los negocios cañeros poblanos. La UDLAP y el resto de su Fundación Mary Street Jenkins muestran que sí eran negocio.

Hoy en día Veracruz y Jalisco son las entidades más importantes en la caña de azúcar, entre ambos tienen casi la mitad de la producción nacional y suman la mayor cantidad de ingenios, el primero con 18 y el segundo con seis.

Los ingenios son la tecnificación industrial de obtener azúcar y alcohol de la caña, son la evolución de más de 200 años de los trapiches tirados por equinos tan apreciados por el presidente Andrés Manuel. 

Puebla cuenta con dos ingenios, Atencingo y Calipam, con ellos genera un 10 por ciento del azúcar nacional. Atencingo, en Chietla para atender la zona cañera de Izúcar, mientras que Calipam en Coxcatlán en la zona de Tehuacán, y a pocos minutos de la tierra del gobernador Barbosa, San Sebastián Zinacatepec.

El azúcar, por el dinero que mueve, siempre ha tenido problemáticas sociales. Los sindicatos y agrupaciones han sido el lado violento de la caña desde siempre. La consolidación de la industria de Jenkins fue gracias al asesinato de líderes campesinos, violencia y compra de voluntades.

Los nombres de Unión Nacional de Cañeros, Unión Nacional de Productores de Caña de Azúcar y el Sindicato de Trabajadores de la Industria Azucarera siguen siendo pesados.

En Puebla predomina el control a través de la Confederación Nacional Campesina con pasiones que desbordan hacia grupos opuestos. El año pasado el exlíder cenecista y cañero Francisco Hernández fue asesinado en Izúcar, mientras que el líder Pérez Reyes de la antagónica Confederación Nacional de Productores Rurales fue rafagueado en Chietla, hace justo un mes.

Detrás de los ingenios están grandes empresas alimenticias e intereses multinacionales. Calipam vende la mayoría de su producción a Cargill, el conglomerado privado más grande del mundo en producción de alimentos y materias primas, por ejemplo, todos los huevos de McDonald’s vienen de ellos, así como ¼ de toda la carne norteamericana. Atencingo pertenece a Zucarmex, uno de los cinco grupos azucareros nacionales, con instalaciones en México, Estados Unidos y Canadá. Su marca Zulka probablemente la reconozca.

Y aunque el azúcar es gran negocio, los últimos años han sido de incertidumbre nacional y extranjera. Los acuerdos internacionales para cupos y exportación han evitado que México coloque azúcar en mercados claves como el estadounidense. La importación de edulcorantes baratos y potentes como el jarabe de maíz de alta fructuosa gringo ha desplomado el uso de azúcar en la industria. Mientras que el etiquetado de alimentos, aquellos hexágonos, ha demonizado los azúcares de las formulaciones sin distinguir procedencias.

El Cinturón de Maíz en Estados Unidos, la zona agrícola más intensiva del mundo, desarrolló el jarabe de maíz como un producto alternativo para los enormes inventarios imposibles de comer. El otro producto es el etanol, un alcohol que se adiciona por ley a la gasolina gringa.

La CNC parece haber visto esto, especialmente hace seis años cuando el azúcar tuvo un precio negativo, y decidió buscar invertir 60 millones de pesos en el proyecto El Derramadero, donde pretenden convertir 156 mil toneladas de caña en etanol, en el corazón de Chietla.

El núcleo de esto era la ampliación del porcentaje de etanol permitido en la gasolina, que subió de 5.8 hasta 10 por ciento por la Comisión Reguladora Energética hace varios años. La demanda del Instituto Mexicano del Petróleo en la Suprema Corte prosperó el año pasado, al estimar que el aditivo MTBE que produce PEMEX es equivalente, por lo que la regulación fue revertida. La Cuarta Transformación y su fortalecimiento de PEMEX siguen cobrando víctimas insospechadas por todo el país, aun en los alejados cañaverales poblanos.