Justo unas horas antes de que AMLO presente su “Tercer Informe”, un ciclón pasó por Palacio Nacional dejando como saldo inicial la renuncia de Julio Scherer Ibarra a la Consejería Jurídica.
Sobre el escritorio principal de la residencia oficial también descansarían las renuncias de Javier May a la Secretaría del Bienestar, de Jorge Arganis a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y la de Octavio Romero a Pemex.
Aunque al cierre de esta columna no se ha oficializado el saldo final de la noche de cuchillos largos en Palacio, está claro que las renuncias no llegaron solas, ya que en ese recinto nada pasa sin la voluntad de López Obrador.
Los trascendidos sobre los cambios, de cara a la segunda mitad del gobierno lopezobradoristas pueden entenderse como necesarios para reforzar una administración que está haciendo agua de manera tempestuosa.
Aunque en otra lectura, también podríamos entender que esta cascada de renuncias es el reflejo del hartazgo de la gente que se encuentra alrededor del tlatoani.
No sería extraño —ya sucedió con los extitulares del IMSS y de Hacienda—, que tras su salida, denunciaron que lejos de encaminar al país a la Cuarta Transformación, su ex jefe lo está llevando al precipicio.
De confirmarse, los puestos que quedarían vacantes no son menores, está la Secretaría de Bienestar que como ya he referido, es desde donde AMLO apuntala su gobierno a través de los programas de apoyo social.
Además, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, toral para que sus obras emblemáticas como el Tren Maya o el Aeropuerto Felipe Ángeles se terminen en tiempo y que cumplan con su cometido.
Ni hablar de Pemex que aparte de combatir al huachicoleo tiene que surfear los números rojos, tratar de mantener en pie las plataformas y refinerías actuales y ahora, hasta solventar la nueva puntada de López Obrador: el gas del Bienestar.
A la mitad del camino de Andrés Manuel, los mexicanos estamos sumidos en varias crisis: la sanitaria, la económica y la de seguridad, sólo por hacer la lista finita.
Sus promesas de hacer cambios que marcaran un antes y un después de su gobierno están muy lejos de lo que se esperaba y si bien su administración será un parteaguas, desde donde yo lo veo, históricamente será recordada porque pasamos de ser un país en vías de desarrollo que tuvo todo para crecer y a uno estancado.
Ni más, ni menos eso es la 4T y no importa que ellos tengan otros datos.
Normalizando la muerte
En uno más de los yerros de López Gatell, ayer el subsecretario de Salud volvió a insistir en que no es tan (y subrayo el tan) riesgoso que los niños regresen a clases en el pico de la tercera ola.
En sus palabras, es más probable que un menor muera en un accidente o por un tumor a que enferme gravemente de Covid y fallezca.
Tan lamentable que los menores se encuentren expuestos a riesgos como que no tengamos los medicamentos necesarios para atender el cáncer o que se piense que no importa que mueran de Covid porque el porcentaje es muy bajo.
Una vida bastaría para extremar todas las precauciones.