Los mexicanos enfrentan la dificultosísima tarea de sobrevivir día a día, añádale llegar a final de mes. La suma básica de todo lo que no es alimento, es decir, salud, transporte, hogar, etcétera, se encuentra agrupado bajo la canasta no-alimentaria; que con obvia lógica nos explica lo que la canasta alimentaria es.

Órganos de gobierno monitorean esos costos mínimos y comunes en los espacios urbanos y rurales, y si usted puede costear ambas se considera fuera de la línea de pobreza, si tan solo la alimentaria, la de pobreza extrema.

En agosto pasado la canasta alimentaria urbana cotizó en $1,780.20, la no-alimentaria $1,638.35; ambas unos tres mil quinientos mensuales.

Siendo un asunto de centavos quizá esperaría ver racionalidad en los consumos, pero saber el destino de los pesos en las dietas mexicanas es ver cómo se alimentan las crisis nacionales.

Excluyendo comer fuera de casa, con ⅓ del gasto alimenticio, los dos productos más caros del listado son leche y carne bovina. Dos alimentos de indudable calidad nutricional, pero disparidades económicas y de recursos naturales no dan para hacerlos pilares de la alimentación nacional.

En un gasto ligeramente menor vemos a la tortilla de maíz, el único alimento para el cual el país sí tiene capacidades instaladas, como lo demuestra la autosuficiencia en maíz blanco e industria. Sin embargo, los incrementos en los energéticos, el mayor coste de las tortillas en este momento, más la trepidante inflación, nos entregarán una bola de nieve para fines de año por arriba de los veinte pesos kilo.

Dentro de ese top, con gastos entre $80-120 mensuales, podemos encontrar dos melosas desgracias: el refresco y el pan de dulce. Estos azúcares son una terrible pandemia que cuesta más de $250 mil millones al año al sistema de salud, además de ser base para las principales enfermedades causa de muerte en México.

Finalmente existe la categoría de otros alimentos preparados donde se encuentran productos como las sopas instantáneas, conocidas también como las maruchans en alusión a la marca dominante del mercado.

En días pasados alcanzaron cierto nivel en la plática nacional tras declaraciones del titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) de que serían retirados dos productos del mercado tras un estudio de al menos 33 marcas.

Será en el número de octubre de la Revista del Consumidor donde se conozca el estudio completo, pero el titular de la procuraduría adelantaba publicidad engañosa, empaques dañinos y bajo nivel nutricional como razones para su prohibición. Le compro todo, pero lo de nutrición es una reverenda tomada de pelo.

No hay lugar a discusión de su pobrísimo aporte nutricional, las carretadas de sodio e hipertensión asociada, o lo exitoso del modelo económico detrás; está diseñado así.

Esas sopas, eso sí, no son hipercalóricas, pues nunca rebasan las 275 calorías por 100 gramos, justo el margen donde comenzaría a cobrárseles el impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS) por ser un producto de alta densidad calórica. Una gelatina sí paga IEPS, a ejemplo de las pobres legislaciones alimenticias de este país y la aún más pobre nutrición nacional.

El tueste entre CANIRAC y Desarrollo Rural

Fuertes declaraciones de la presidenta estatal de la cámara restaurantera en contra de la estrategia cafetalera del Gobierno del Estado. En entrevista al Sol de Puebla, el mismo día que se tomaba fotos con la suspirante ‘24 Sheinbaum en un evento en la capital, la señora Méndez comentó “me acerqué a la Secretaría de Desarrollo Rural a decir dame tu mejor producto (…) Y me preguntan ¿Quieres factura? Pues es obvio que requerimos factura…”

Con iniciativas en la dependencia para fomentar la cafeticultura, y más de 200 millones de presupuesto, habrá que comparar las declaraciones de la CANIRAC contra la incapacidad de proveer 150 kilos mensuales del aromático con una factura y evitar sigan comprando los restaurantes poblanos a Veracruz, Chiapas o Oaxaca.