Aunque los cercos tributarios se cierran cada vez más, algunas actividades agropecuarias y del campo suelen estar asociados a una baja bancarización, la predominancia del efectivo y, lamentablemente, actividades ilícitas.
¿Circular con efectivo por horas hasta la sucursal más cercana, para que en tu localidad sea inexistente el pago con tarjeta, y de paso meterlo al sistema para que el SAT busque su tajada? Nadie vería sentido en esto, sin importar el tamaño de su parcela.
Una bajísima penetración de la banca en las zonas rurales de México explica buena parte de esto y los Bancos de Bienestar de ninguna manera llegarán a solucionarlo, puesto que es una solución del siglo pasado. Mil sucursales de cemento con mil filas detrás de un cajero, en un México rural condenado financieramente al no considerársele el primer candidato para la bancarización digital y saltarse los establecimientos de ladrillo y sus cobros.
Sin embargo, los problemas del efectivo del campo son vistos como una solución para grupos delincuenciales; el blanqueo de dinero ilícito a través de actividades agropecuarias es una realidad instalada.
Contradictoriamente, buena parte del crimen sí paga impuestos, y es que lo necesitan para poder lavar grandes cantidades de recursos ilícitos. Huachicol, huachigas, cobro de piso y otras trapacerías entran en efectivo a fachadas de productoras agrícolas, comercializadoras, empacadoras y demás sociedades de producción rural.
La policía pública del Tecamachalco de Nachito Mier conoce los dividendos de zanahorias y rábanos, hoy en el foco de la inseguridad de la zona, pero la realidad es generalizada para el Triángulo Rojo. Esta zona, convertida en el emporio del robo de hidrocarburos y asalto a transportistas, es también la principal zona productora de hortalizas del centro del país.
Acajete, Tepeaca, Tecamachalco, Acatzingo, Quecholac y Palmar del Bravo, que forman parte de esta zona marcada por los ductos que iban de Minatitlán a Ciudad de México, hoy viven vacíos de poder y estado de derecho; personajes como El Toñín, líder criminal y Robin Hood verdulero, no se podrían explicar de otra manera.
Estas afrentas al campo poblano y sus habitantes se reproducen por zonas de acuerdo a vocación.
En Tilapa tres hectáreas de caña fueron incendiadas por el crimen al no pagar las cuotas, simples y llanas extorsiones. Atencingo, comunidad del vecino municipio de Chietla, también reportó el incendio de otra parcela cañera. Jolalpan y Los Rojos suenan, así como la idea de pescadores en ríos revueltos.
A su vez en la Sierra Nororiental, como el municipio de Ayotoxco, el robo de ganado se ha mantenido invariable. El abigeato hacia la Sierra Norte y Veracruz a través de brechas y senderos siguen siendo una constante pese a las continuas reuniones de las Asociaciones Ganaderas con la Guardia Nacional y la Policía Estatal; ejemplo son las más de 70 denuncias que tiene la Fiscalía General del Estado.
Pero no todos los ilícitos son a mano armada o con el uso de la violencia, tome el caso Hollywoodesco de los pollos tehuacaneros. Una herencia de más de 600 millones de dólares de la Señora Socorrito por el imperio de Avícola Tehuacán que ha arrastrado un conflicto de más de doce años por una disputa testamentaria.
El trance ha involucrado de un lado a la diputada Olga Romero Garci-Crespo y familiares, que se verían enormemente beneficiados de proceder el cambio, mientras que los hermanos Celis Romero y su madre se encuentran del otro como beneficiarios actuales.
Más allá de las agrísimas disputas hereditarias destaca como trascendido la evasión de la justicia del mayor Celis Romero, Miguel Ángel, al escapar de su casa en un helicóptero rentado al saber que la fiscalía iba por él. De locos, y millonarios.
Entre los campesinos y productores agropecuarios poblanos la honradez y dignidad es costumbre, más allá de las picardías propias de cualquier gremio, pero por codicia, necesidad o coerción la podredumbre va cundiendo peor que mosca blanca en invernadero.