En Puebla cada diputado nos cuesta mensualmente más de cien mil pesos y por desgracia, más que una inversión parece que es un gasto o al menos así fue con la legislatura pasada, pues el salario no fue proporcional al trabajo realizado.

De acuerdo con las cifras que dio a conocer el Instituto para el Bien Común, de la Upaep, la eficiencia legislativa de quienes dejaron el Congreso fue sólo del 37 por ciento, pues de las 476 iniciativas que se presentaron sólo se dictaminaron 176. Las demás se quedaron en la congeladora.

El pretexto que pudieran poner quienes estuvieron en una de las peores legislaturas de Puebla es que 300 iniciativas no contaban con los elementos para ser aprobadas, pero seamos realistas, tuvieron un año para dictaminarlas y desecharlas.

Sin embargo, como lo fuimos documentando puntualmente en Intolerancia Diario, la mayor parte de las y los legisladores estaban más preocupados por sus campañas y tomaron vacaciones anticipadas. Al final dejaron más de 900 iniciativas sin atender.

A ese desinterés habrá que sumarle el efecto de la dormilona que figuras como José Juan Espinosa y Héctor Alonso le aplicaron al resto de sus compañeros.

En las sesiones del Pleno y de la Comisión Permanente apenas se desahogaba 65 por ciento de los puntos, señala el estudio que realizó un promedio. En la LX Legislatura sesiones en donde sólo se atendió una octava parte de lo enlistado. El tiempo se lo consumían en discusiones estériles.

A la primera legislatura “de izquierda” y que llegó con la “ola lopezobradorista” le faltó hacer política, no hubo un líder del Congreso y el show en el circo fue la constante, olvidando que se les pagaba para trabajar.

De progresista no tuvo nada esa legislatura. La Cuarta Transformación bloqueó en más de una ocasión la discusión para despenalizar el aborto y ni hablar de leyes que garantizaran los Derechos Humanos.

Un dato que preocupa es que los anteriores diputados presumieron transparencia, sólo que nunca entregaron la información de cómo se gastó el presupuesto en el último año, información que debe ser pública, pero que la dejaron en resguardo, y se habla de convenios en lo oscurito.

Ante este pésimo y pobre desempeño, esperamos que en la medición del próximo año refleje mejores resultados y sobretodo que las y los nuevos diputados, ahora sí, legislen cosas que realmente valgan la pena.

¿A la mitad del camino?

Y lo hizo. Al Presidente López Obrador no le importó que Ómicron tenga en vilo al mundo o que la influenza esté ganando terreno ante una población poco vacunada, él decidió que con o sin cubrebocas quería ver la plancha del Zócalo de la Ciudad de México tapizada de fanáticos.

La lista de los fallos en el gobierno y los pendientes es interminable, incluye la falta de medicamentos a menores enfermos de cáncer, transparencia, apoyo a las pymes, respeto a los derechos humanos y lo más grave: ser congruente.

Se ha cansado de señalar la corrupción de los sexenios pasados, que es indefendible, pero comete los mismos hechos. Se ha llenado la boca criticando “los muertos de Calderón” y tiene al país militarizado y en medio de batallas que dejan muertos colgando, masacres y descuartizados.

¿Y qué decir del slogan primero los pobres”? Sus programas clientelares, lo dicen las mediciones de organismos oficiales como el Inegi o el Coneval, han generado más personas en la línea de pobreza que hoy no pueden garantizar los alimentos en su casa.

Y lo peor, es que todavía nos faltan tres años con el tlatoani del Palacio.