Un showman a veces cantante, a veces bailarín. Un hombre con un discurso frontal contra la oposición, que sabe leer a sus interlocutores y que habla exclusivamente de lo que quiere. Un personaje que puede mantener eventos por horas, generar una enorme polarización, capaz de tener su propio programa de televisión y llegar así a las casas de todos sus gobernados.
No, hoy no estoy hablando de Andrés Manuel aunque sin problema lo podría ser, y aunque los adjetivos, los hechos y las estrategias sean iguales, esta vez el personaje es el alter ego del presidente de los mexicanos. Veamos.
La descripción inicial es parte de lo que la periodista Catalina Lobo-Guerrero retrata en su reciente libro ‘Los restos de la revolución’, donde describe a un país, Venezuela, en franca caída libre.
En una entrevista con El País, la periodista enlista también las consecuencias reales de vivir bajo las ocurrencias de Hugo Chávez que sin mayor empacho aplicaba la máxima de estás conmigo o estás contra mí: una inflación sin control que llegó a la hiperinflación, el aumento desmedido de la pobreza y de la inseguridad.
Estas tres consecuencias, terribles y nada alentadoras, son también las mismas que vemos desde hace unos meses en nuestro país. Los precios de los productos de la canasta básica se duplicaron en este año. El Coneval ha medido y denunciado que a pesar de los programas de AMLO que regalan dinero, el número de personas que no pueden adquirir o pagar los servicios para que vivan en condiciones dignas aumentó. De la inseguridad, las masacres, los desaparecidos y los feminicidios dan cuenta de un país con un tejido social completamente destrozado y donde, la corrupción, la impunidad y la necesidad, impulsan a los crímenes más atroces.
El discurso juarista de Andrés Manuel es como el discurso bolivariano de Chávez, sin fondo ni compromiso, pero sumamente efectista.
Es claro que el presidente mexicano no tiene ningún interés en seguir las doctrinas del prócer de Guelatao, pero más claro es que tiene puesta la mente en seguir los pasos del militar venezolano.
López Obrador está obsesionado en mimetizarse en la persona del extinto líder populista, aunque sus limitantes lo sentencien a ser sólo una burda copia del dictador venezolano.
El béisbol y otros lugares comunes
Las similitudes entre AMLO y Hugo Chávez Frías también se pueden encontrar en el artículo principal de Chasqui la Revista Latinoamericana de Comunicación, que en marzo de 2001, hace dos décadas, realizó una radiografía sobre las acciones que generaban que la popularidad del expresidente se mantuviera por arriba del 60 por ciento.
La polarización, la controversia, el uso de los Mass Media, un discurso agresivo, la cercanía con los gobernados, sus chistes (buenos y malos), su vestimenta informal, el uso de refranes y slogans, la apuesta por el béisbol y los silencios prolongados, fueron parte de las razones por las cuales Chávez mantuvo, después de 24 meses una popularidad altísima.
Ese mismo artículo advierte de la inseguridad que ya se asomaba y opacaba los discursos triunfalistas de un hombre que se veía como caudillo sin reconocerse en el espejo como un gobernante autoritario.
A diferencia de Hugo Chávez, López Obrador no ha sido capaz de imponer una nueva constitución, que le permita, entre otras cosas, la reelección, pero no sorprendería que lo intente.
Última llamada al cambio de rumbo
Hoy en México estamos, como el nombre del libro más reciente de Andrés Manuel, “A la mitad del camino” y en nuestras manos recae el compromiso de agarrarnos todos al timón para dar un viraje que evite estrellarse de frente contra los espejos que llevaron a los venezolanos a esa catástrofe que hoy los tiene sumidos en la peor crisis humanitaria y política de la que tengan memoria.
¿Daremos ese golpe de timón?