Cada vez que José Ramón López Beltrán lanza un comunicado o intenta explicar algo del escándalo de la Casa Gris, las cosas se complican.
Cuando su esposa, la bailarina Carolyn Adams, trató de contar cómo habría arrendado la mansión que tumbó los discursos de austeridad y anticorrupción de AMLO, la historia resultó inverosímil.
Cuando Andrés Manuel utilizó su habitual mañanera para tratar de deslindar a su vástago de la crisis que ha trastocado al gobierno federal, volvió a dar pistas de otras posibles corruptelas.
Ayer, el presidente confirmó: “En efecto (KEI Partners) es una empresa de los hijos de Daniel Chávez, quien me ayuda como supervisor honorífico en el Tren Maya, pero no cobra absolutamente nada ni tenemos ninguna relación de negocios. Él no tiene ningún negocio con el gobierno federal, no hay ningún problema de intereses. Es de los empresarios que nos ayuda porque quiere apoyar… José Ramón está trabajando en Estados Unidos”.
Y con ello puso en la mira a Daniel Chávez y a los hijos de este.
En el lodazal, la firma turística de Vidanta, que alguna vez soñó con tener uno de sus exclusivos complejos en la zona del Tren Maya, terminó embarrada.
Vidanta estará en los próximos días en el ojo del huracán y no sólo porque en sus restaurantes fifís se ofrezcan los exclusivos chocolates Rocío, marca registrada por los hijos de Andrés Manuel López Obrador.
Lo estará también porque aunque AMLO no lo quiera ver, resulta increíble que su altruista amigo no se haya beneficiado con permisos de Semarnat y otras dependencias para que los mega desarrollos turísticos de Vidanta hayan caminado velozmente, después de años en que por cuestiones medioambientales se mantuvieron pausados, casi casi, rechazados.
Y ese cuento de que Daniel Chávez, de buena gente, dedica su tiempo a la supervisión de las obras del Tren Maya no se lo cree nadie, ni él mismo.
El problema de la Casa Gris es que se trata de una crisis en el gobierno de López Obrador que difícilmente podrá sortear porque no hubo un control de daños ni una estrategia articulada.
Al dejar que cada uno de los implicados actuara por iniciativa propia, terminaron por embarrar a muchas personas que ni vela tenían en el entierro.
Habiendo tanto experto en crisis políticas, sólo podemos entender la situación actual por la soberbia del tlatoani del Palacio Nacional.
Una muestra más de que Andrés Manuel está peleado con el conocimiento y que nuevamente terminará por tratar de imponer sus arrebatos antes que apegarse al guión.
¿Hasta dónde abarcarán los escándalos de corrupción en la 4T?, ¿Cuánto daño le causará la Casa Gris a la imagen del presidente?
Veremos y diremos.