Para entender lo que está sucediendo en el país podríamos hacer un ejercicio, en sí es una repetición de la historia de hace 44 años donde un presidente tenía un hijo, José Ramón, a quien llamó “El orgullo de mi nepotismo”. También tenía hermanos que disfrutaban del poder.

Si volviera a nacer José López Portillo, consideraría a López Obrador como su nieto, y por consiguiente “El orgullo de su —nuevo— nepotismo” ante las similitudes que existen en las dos administraciones fallidas.

El aprecio iniciaría con la afiliación de AMLO al PRI, justamente en el periodo más rancio del tricolor, cuando López Portillo era presidente.

Ahora que explotó el escándalo de la Casa Gris del hijo de AMLO, José Ramón, el reflejo de la historia nos lleva al caso de Jolopo.

Recordemos la mansión que le regaló Carlos Hank González al ex presidente, la que se llamó Colina del Perro. Símbolo de la corrupción y abuso del poder también podemos citar El Partenón, la casa de Arturo “El Negro” Durazo, quien fue jefe del Departamento de Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal durante el sexenio de López Portillo.

El expresidente priista entregó a su hermana Margarita la dirección de Radio Televisión y Cinematografía y posteriormente la dirección de Canal 13. A su primo hermano Guillermo le dejó la dirección del Instituto Nacional del Deporte. Ambos casos reflejan el uso y abuso del poder.

Cuarenta años después, repitiendo el discurso populista, Andrés Manuel le entregó a su hermana Beatriz contratos de Petróleos Mexicanos.

Y al igual que hizo Guillermo López Portillo, AMLO le dio a Pio algo relacionado con el deporte, un estadio de béisbol.

La política económica de hace 44 años se cimentó en el petróleo, igual que ahora, y la historia nos demostró cómo fracasó con ese modelo.

Pero hay más coincidencias. López Portillo se enfrentó a Julio Scherer director de Proceso; hoy López Obrador sostiene una batalla campal con cuantos medios o periodistas señalan los errores de su gobierno.

López Portillo en su último informe de gobierno el 1 de septiembre de 1982 pidió perdón a los mexicanos y lloró. ¿Le parece conocida la escena remasterizada en la mañanera de hace unos días?

Recordando frases está la de "Voy a defender el peso como un perro" y después llegó la devaluación. La pandemia nos cayó como anillo al dedo o ya domamos la pandemia, antes de las peores cifras oficiales de muertes, serían el similar.

Un cartón que pasó a la historia fue el del caricaturista Naranjo poniendo a López Portillo con cara de perro bóxer y noqueado, aunque ahora el dibujante cambió y “El Fisgón” lo pone como santo. ¿Miedo a criticar?

Durante la “Docena trágica”, así llamados los dos sexenios en conjunto de Luis Echeverría, y José López Portillo, la economía mexicana se derrumbó, la inflación se disparó y el desempleo creció.

Ambos aplicaron la política populista de subsidios, del papá-Estado. Programas que aplicó en su momento Conasupo, hoy los atiende la Secretaría del Bienestar.

Podríamos seguir analizando las coincidencias entre los dos sexenios de los “López”, pero lo más peligroso es que si continuamos por el mismo camino que hace cuatro décadas, inequívocamente, llegaremos al mismo resultado: un estado fallido.