Una de las promesas más recordadas del actual presidente, especialmente durante su segunda campaña, fue regresar a los militares a sus cuarteles. Esto no sólo no ha sucedido, sino que ha incrementado la presencia militar donde ya estaban, y los ha colocado en lugares inimaginables.
El caso más sonado, hasta que el Tren Maya lo supere, ha sido la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles con su operación a cargo de las fuerzas armadas y el reparto de sus utilidades hacia el fondo de pensiones castrenses. Otro ejemplo, este de mayor trascendencia, es dejar a la Secretaría de la Defensa Nacional a cargo de la seguridad pública, a través de la Guardia Nacional, a partir de 2024 cuando venza el mandato constitucional y debiera regresar a un mando civil.
Súmele tener el mayor vivero de Latinoamérica, para Sembrando Vida. Tener la mayor expansión bancaria en lustros, con las 2,700 sucursales del Banco del Bienestar. Y las aduanas, y los puertos, y remodelar hospitales, y un largo etcétera.
¿Asignarles tareas civiles para gradualmente alejarlos de la seguridad pública? Sería una sutil manera de lograr una transición pacífica y ordenada, aunque la evidencia indica lo contrario. Evidencia tan demoledora como el mismo AMLO asegurando que planeaba utilizar más a los militares en tareas de seguridad; esto hecho público por las filtraciones de Wikileaks de 2010 donde, entre centenas de miles de documentos, se encontraban las comunicaciones privadas del embajador estadounidense en turno, Tony Garza.
Entonces, ¿qué hacer con los militares? China nos enseña un escenario de 72 mil millones de dólares.
Al noroeste de China la provincia más grande del país, Xinjiang, es hogar de etnias musulmanas que siempre han buscado mayor autonomía, la uigur es la más conocida de ellas. Actualmente buena parte del mundo occidental considera que el país mandarín busca asimilar a la población con ejercicios de esclavitud y reeducación que le han ganado el nombre de genocidio; aunque esto es poco comparado con hace 70 años cuando el camarada Mao Zedong mandó al ejército a reprimir.
Este cuerpo militar de más de 170 mil individuos, llamado Bingtuan pronto se encontró sin tareas castrenses, por lo que se le asignaron tareas relacionadas con minería, ganadería y el cultivo de algodón, fallando espectacularmente en la mayoría.
Para el año 2000 la empresa, integrada al estado chino y operada por militares, cambió su foco a los jitomates con miras al mercado europeo.
Si repasa Italia y su comida probablemente piense en pizzas y pastas basadas en salsa de tomate… italiano, ciertamente no chino. Tendría razón, pocos relacionarían el jitomate con China y menos harían una asociación de buen sabor; por eso los chinos fueron a procesar el jitomate, y lo hicieron en grande.
La compañía subsidiaria Tunhe es la segunda mayor vendedora de jitomates procesados del mundo con más de 5,000 hectáreas de propias y 12 plantas procesadoras.
El modelo es sencillo. Lo creces en China, lo procesas en puré en China y lo mandas a Italia a reconstituirlo para que lleve una bandera tricolor, presto. Un tercio de la mano de obra labora en semi esclavitud, el pueblo uigur principalmente, pero los compradores se hacen de la vista gorda.
¿La principal empresa de jitomates procesados del mundo? El programa Bracero, que buscaba brazos mexicanos para trabajar campos norteamericanos durante la segunda guerra mundial, vio sus últimos alientos gracias al trabajo de dos íconos chicanos laborales: César Chávez y Dolores Huerta. Sus activismos por los derechos civiles de trabajadores agrícolas migrantes a finales de los 70’s impulsó la automatización de la mayor empresa de jitomates enlatados del mundo, la californiana Morning Star, y el desempleo de 50 mil mexicanos.
México ya es el mayor exportador de jitomates frescos del mundo, y el mercado está saturado, pero seguro algo se nos ocurre para que produzca y venda la SEDENA. ¿Chocolate, señor presidente?