Mi primer acercamiento a los toros en Francia fue vía la literatura. Es cierto que en una ocasión a la que asistí a un congreso académico en Barcelona alquilé un coche y me escapé a una corrida en Nimes, pero en ese entonces no estaba tan interesado en las características distintivas de la afición francesa.

Me impresionó el coliseo romano y la estatua de Nimeño II afuera de la plaza, pero lo que en aquella oportunidad más me interesaba era ver a un torero joven que acababa de tomar la alternativa y que mi papá me había advertido que sería la siguiente gran figura: Alejandro Talavante. 

Leí a Jean Cau, aquel escritor fue asistente de Satre, cuando narra su pasión por la fiesta de los toros en "Por Sevillanas" (Espasa-Calpe, 1988).

Ahí explica las diferencias entre Italia, España y Francia, penetra el alma de los sevillanos y nos hace enamorarnos más de las corridas de toros. Jean Cau se sentía muy francés, pero no estaba tan orgulloso de los toros en su país, pues percibía una fiesta incipiente e invitaba a sus paisanos a visitar Andalucía.

Después leí a Francis Wolff y su "filosofía de las corridas de toros" (‎Edicions Bellaterra, 2010), un tratado fundamental para profundizar en la tauromaquia.

Más tarde descubrí como François Zumbiehl se adentra en la mente y en el sentimiento de figuras en "El toreo y su sombra" (Espasa-Calpe, 1987) y después sintetiza y explica la bravura, el temple, el duende y otras sutilezas del toreo en "El discurso de la corrida" ‎(Edicions Bellaterra, 2009).

Es interesante que tres brillantes filósofos franceses no sólo sean aficionados a los toros, sino que con un rigor intelectual hayan profundizado y descubierto matices de la tauromaquia.

Quizá por pensadores como Jean Cau, Francis Wolff o François Zumbiehl es que las corridas de toros estén más protegidas en Francia que en ningún otro país taurino y que estén evolucionando hacia una fiesta autentica e integra.

Asistí a los toros en Arles y salí sorprendido y deleitado. Por mucho, superaron mis expectativas. El anfiteatro romano de las "Arenes d Arles" es majestuoso y está limpio, funcional y con tan buen mantenimiento que parece que lo hubiesen inaugurado ayer.

Fue construido en el año 80. Para ponerlo en perspectiva, esto es antes que las pirámides del sol y la luna en Teotihuacán. El simple hecho de asistir a una corrida de toros en las "Arenes d Arles" es ya un espectáculo inolvidable. Pero el ambiente y lo que sucede en el ruedo lo hacen aún más impactante.

Arles es una ciudad hermosa, rodeada de callejuelas y llena de galerías de arte. Se advierte que hay pintores en toda la ciudad y que los vecinos disfrutan de distintas manifestaciones artísticas. El tema principal: La tauromaquia.

El público las "Arenes d Arles" es conocedor y exigente. Observa los toros en silencio. Quizá el mutismo no es tan impresionante como el de Sevilla, pero sí me atrevo a afirmar que es una afición más respetuosa que la de la mayoría de las plazas a las que he asistido en México y España.

Valoran y reconocen al toro, casi tanto como al torero. Esto nos permitió ver que se premiaran los astados con vueltas al ruedo y hasta con un indulto.

La suerte de varas tiene una gran importancia, los aficionados la comprenden en su magnitud y la aprecian. En todos los festejos a los que asistí –incluso cuando estaban anunciadas las figuras– se rasgaron capotes, prueba inequívoca de la integridad de las astas de los toros. 

Llama la atención que la gente no grita olé. Observa en silencio y al término de las tandas rompe en aplausos. No es falta de júbilo o alegría. Horas antes de iniciar el festejo hay bandas de música alrededor de la plaza, lo que permite al asistente adentrarse en el entorno de fiesta.

Entre toro y toro hacen la ola, lo que hace suponer que están contentos y disfrutan de lo que está sucediendo en la arena. ¿Por qué no gritan olé?

Acudí con el matador Tomás Cerqueira, quien no sólo es francés, sino que es apoderado, maestro y formador de toreros. Él me explicó que el "olé" no está en el idioma de los franceses, es una palabra que no sienten y por eso no la dicen.

Tampoco corean lances y pases con la palabra "bien", como suele suceder en tientas en algunas ganaderías. El aficionado se expresa ante el arte con los lenguajes y sentimientos que les son propios. Los franceses lo hacen con aplausos. 

La música también es distinta. Se parte plaza con los acordes de Carmen. El director de la banda es un conocedor taurino, aprecia y acompaña la faena con la música que él considera la adecuada.

Esto hace que casi no se escuchen pasos dobles, sino melodías con espíritu francés que envuelven al aficionado y lo hacen estar en comunión con lo que realizan toro y torero en el ruedo. 

Por momentos sentí la barrera del idioma. Los habitantes de Arles y del sur de Francia no entienden español y casi no hablan inglés. Pero esto se suple con la hospitalidad y la amabilidad de los arlésiens. 

Otro aspecto a destacar es que le dan oportunidad a los toreros franceses. En la feria de la Pascua del 2022, actuaron cinco novilleros y dos matadores de toros nacidos en Francia. Estas oportunidades más el ambiente que se viven en la ciudad y en la propia feria hará que sigan saliendo toreros locales. 

Arles vive y siente la tauromaquia. Una fiesta auténtica. No es una copia de la española, al contrario, es una expresión artística muy francesa que contagia y hace disfrutar a todos los que asisten a las "Arenes d Arles".