Vaya tembladera de piernas la que le anda moliendo los huesitos al exsecretario del Trabajo, mejor conocido en el círculo rojo como el chambitas Abelardo Cuéllar, quien nomás ya no sabe cómo hacerse notar pa’ ver si desde El Alto le perdonan las traiciones y chanchullos que se armó cuando despachaba allá por la 10 Norte.

Al Chambitas cada día se le acaba la suerte de andar respirando el aire puro, nomás por la tentación de traicionar la confianza del góber, Miguel Barbosa, y jalar agua pa’ su molino.

Y es que cada vez más se destapa el cochinero que dejó a su paso por la dependencia, al grado que las investigaciones y el marcaje personal ya están bien adelantadas en su contra.

Es más, banda, entre las cuentas que el Abe tendría que explicar está cómo le habría hecho pa’ ser juez y parte en varios -más de 100- laudos laborales, contra el propio gobierno estatal.

Y ahí no para la cosa, pos mi chismoso de la Secretaría del Trabajo ya rajó canela que al Chambitas le cayó una buena marmaja por cada uno de los mentados laudos. Como quien dice, lo suyo era ganar perdiendo.

Acá entre nos, así de podrida ha de estar su conciencia porque nomás no se cansa de hacerse el mártir pos doña justicia ya lo tiene marcado. Cómo no, banda, si ésta es la puntita del “aisberg” ya se imaginarán el tamaño del fango que habrá dejado a su paso.

Si no me creen, mis carnales, nomás basta ver cómo le anda dando vuelta la matraca pa’ ver si la Virgencita le hace el milagro de salir bien librado, aunque sea cuestión de tiempo pa’ que se una al club de los desahuciados.

Muchos cirios pascuales tendrá que encender pos desde la Secretaría de Seguridad Pública y del Tribunal Administrativo, la guillotina ya se anda afilando.

Y es que ya lo dejó clarito el góber ayer en la mañanera: el Abe fue contratado pa’ ser secretario del Trabajo, no pa’ ser abogado de quienes le andan buscando sangrar a su mismo patrón.

Eso de ser candil de la calle y oscuridad de su casa, nomás exhibe la calaña, digo clase, de funcionario que traicionó a quien le dio la confianza del puesto.

Como dicen en mi barrio, el que a hierro mata, a hierro muere.

Ahí se las dejo al costo.