Aceptar limosnas o pedirlas durante las misas, es como si Jesús le hubiera vendido los sacramentos a la gente, señalaba el Padre Nacho (Ignacio González Molina), un jesuita rebelde a quien no le gustaba la manera en que era dirigida la iglesia como institución.  

El Padre Nacho, en congruencia, se mantenía alejado de muchos de los jerarcas católicos y de políticos, pues además era un crítico del sistema

Al no depender del diezmo, el sacerdote jesuita era un hombre libre, que no tenía que responder ante quienes buscan imponer su voluntad a base de billetes

Aparentaba menos años de los que tenía, el próximo septiembre cumpliría los 78 y aunque de acuerdo con el derecho canónico se tuvo que retirar oficialmente al cumplir 75 años, él seguía predicando

Como muchos de los sacerdotes en Puebla, su cercanía con los fieles lo colocó en una situación de vulnerabilidad y hace dos años se enfermó de Covid. Desde entonces su salud se fue minando, así que tuvo que regresar a su natal Teziutlán, donde era cuidado por su familia

El Padre Nacho fue sacerdote por convicción y siguiendo el ejemplo de “Los Curas del Parral”, que fueron prácticamente expulsados de Puebla por intervención de los grupos de la derecha poblana que los acusó con Juan Pablo II de ser “rojos”, él también decidió que viviría de su sueldo como catedrático y no tocaría las limosnas que daban los fieles. 

Una decisión que le ganó más de una enemistad, pero que demostraba el sentido y la vocación que él sentía.  

El día de la toma de posesión del arzobispo, Víctor Sánchez, al término de la misa, tomó el martillo de bronce con el cual se había abierto la Puerta del Perdón en catedral, y dijo “con este le tenemos que dar al Peje”.  

En los años siguientes continuó siendo crítico del proyecto de nación que propuso e impuso Andrés Manuel López Obrador. Para el padre, la oferta de “primero los pobres” no bastaba ni se veía reflejada en acciones concretas para combatir la pobreza y darle mejores oportunidades a los más desprotegidos.

Otras de las anécdotas que muchos poblanos y turistas recordarán es que ante la falta de asistentes a las iglesias los domingos, para escuchar la misa y comulgar, él decidió llevar la palabra del señor a donde se congregaban las familias y los amigos.  

Así llegó, varios fines de semana, al balneario Agua Azul en donde sin complejos oficiaba su misa y los paseantes, en traje de baño, recibían la comunión.  

Como la mayoría de los jesuitas, el Padre Nacho tenía una amplía cultura y una enorme necesidad de hacerse escuchar. Así llegó a los medios locales y nacionales. Fue un colega en el periodismo, ya que se convirtió en comentarista y articulista.  

De esos padres como él, la iglesia católica siempre necesitará. Son ejemplo de vida y una muestra de que la humanidad aún tiene esperanza

De mis recuerdos personales, dos imágenes de Nacho marcan mi mente, una de hace 42 años cuando me dio mi primera comunión en el Instituto Oriente y la otra es su infaltable presencia en los vestidores del Puebla, principalmente en los campeonatos y partidos importantes

Una franja azul en su sotana y tatuada en el cuerpo portó durante sus casi ocho décadas de vida

Sin duda, se nos va un Padre a toda madre

Te puedes ir con la tranquilidad del deber cumplido. Descansa en paz querido Nacho.